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FÚTBOL Cuarta jornada de liga

Otra vez Raúl al rescate

El Madrid empata a última hora un encuentro ante el Deportivo que debió ganar

Cuando toque agonía, miren a Raúl. Cuando ya no quede tiempo para nada y todo parezca decidido, no se les ocurra perderle de vista. Siempre aparece, como John Wayne o Gary Cooper, para cambiarle el final a la película. Lo mejor de su fútbol siempre asoma en las situaciones límite, con la derrota apuntándole a la sién y su revólver en el suelo. Mantiene firme la cara de malo, jamás tiembla y no se consiente una mueca de duda; es entonces cuando, no se sabe cómo, se revuelve y marca. Así sucedió ayer otra vez, como en el Calderón, como enTokio, como en Mallorca, como en Atenas... Así sucede siempre. Savio colgó un centro desde la derecha, muy pasado, y Raúl se inventó una maniobra: no remató, sino que bajó la pelota y con el control mandó a Songo"o al suelo; luego, superado el portero y casi sin ángulo, acarició suavemente. Para que la pelota entrara despacio, para darle más suspense. El caso es que un nuevo tanto de Raúl rescató al Madrid de una derrota ante el Deportivo. Una derrota que, por otra parte, nunca mereció.Porque el Madrid de ayer, principalmente el de la primera parte, fue el mejor de la temporada, el primero que dio sensación de equipo, que se apropió de la pelota desde la lógica y que la movió con sentido por los puntos cardinales del campo. Tuvo mucho que ver en la mejoría el cambio de posición de Geremi, forzado por la baja de Salgado. El camerunés logró explotar en la banda sus virtudes atléticas sin atascar al resto del equipo y, además, su equipo agradeció su fuga de la parcela central.

REAL MADRID 1 DEPORTIVO 1

Real Madrid: Casillas; Geremi, Iván Campo, Julio César (Balic, m. 77), Roberto Carlos; McManaman, Helguera (Guti, m. 60), Redondo, Savio; Raúl y Morientes (Anelka, m. 70).Deportivo: Songo´o; Manuel Pablo, César, Naybet, Romero; Víctor (Jaime, m. 88), Jokanovic, Mauro Silva, Djalminha; Turu Flores (Manel, m. 60) y Makaay (Scaloni, m. 77). Goles: 0-1. M. 47. Tiro de Djalminha, el balón se curva y bate a Casillas. 1-1. M. 80. Savio centra y Raúl mete el pie tras no llegar Songo'o. Árbitro: Pérez Burrull. Expulsó a Redondo (m.90) por doble amonestación. Amarilla a Djalminha y Manel. 60.000 espectadores en el Santiago Bernabéu.

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Como la pelota seguía los trámites lógicos del centro del campo, los extremos -que pasan además por una fase de inspiración- entraban en juego, y las subidas de los laterales servían, y los movimientos de los delanteros también, y el equipo no se partía por la mitad al perder la pelota mientras montaba el ataque... Parecía otro el Madrid, más pulcro, más lógico, mejor equipo. También porque McManaman y Savio son dos grandísimos jugadores. Sobre todo el inglés, porque el brasileño tiene una manía incorregible para aparecer y desaparecer de los partidos, para dejar con la boca abierta al personal tras un quiebro eléctrico y una rosca deliciosa y no volver a pronunciar palabra hasta la media hora siguiente. McManaman, no, a McManaman se le ve siempre. Ahora que ya empieza a traducir el fútbol español, que ya averiguado cómo y cuándo incorporar sus conducciones, cómo y cuándo aderezarlas con toques de primera, cómo y cuándo ofrecerse para la pared, cómo y cuándo adornarse con bicicletas y sombreros, cómo y cuándo ir goteando su repertorio, en suma, McManaman se está anunciando como un jugador de bandera. Fue el inglés en realidad el que puso a jugar al Madrid como no lo había hecho en toda la temporada. Y en un día así, al Madrid le fue a fallar justo de lo que había andado sobrado hasta ahora: el gol y sus múltiples formas para llegar hasta él. Sin tanta elaboración, indistintamente a partir de un buen o un mal momento del equipo, en jornadas de sequía o de insistencia, al Madrid lo que nunca le había faltado es facilidad para mover la red. Casi siempre desde asociaciones cortas o aventuras individuales, pero siempre encontraba caminos. Ayer no. El balón le silbaba los oídos a Songo"o desde las bandas y desde la frontal, Roberto Carlos estrellaba una falta contra el palo, McManaman hacía diabluras, pero el gol no llegaba.

El Deportivo se defendía bien, con una habilidad extraordinaria para cerrar terreno sin realizar un gran despliegue y con una tranquilidad pasmosa para vivir en el alambre sin moverse del área. Pero no hubo noticias en toda la primera mitad de su capacidad ofensiva, de sus facultades para la construcción. Robaba la pelota y la perdía, o la regalaba en largo. Estaba a los pies del Madrid.

Y así habría seguido de no surgir nada más arrancar la segunda mitad ese zapatazo con efecto raro que sorprendió a Casillas. Le pudo la inexperiencia al portero, que se fió con fanatismo de la primera dirección que cogió la pelota. El gol no cambió los papeles -sólo el Madrid atacaba, sólo se defendía el Deportivo- pero sí alteró la decoración: el Madrid perdió frescura y criterio, y buscó ya más el área desde la desesperación.

De tanto insistir, el Madrid alcanzó finalmente el empate. Y como siempre, más por la puntualidad de Raúl que por cualquier otro factor. Volvió a levantarse el conjunto blanco después de un resultado adverso. Pero su descomunal pegada, su mejor arma, por una vez le dio de lado. Justo el día que al Madrid le dio por jugar bien.

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