Dos sedes y un destino
El PP de Elche se resquebraja. El deterioro de sus cimientos, un mal endémico entre los conservadores ilicitanos, ha resurgido en la recta final del verano tras la revuelta protagonizada por nueve de los doce concejales contra el portavoz del grupo, Fernando Vargas, al que intentaron, y consiguieron por unos días, apartar de ese cargo. Aquella revuelta es sólo una pequeña muestra de una crisis, la última representación del funcionamiento de una agrupación tradicionalmente enfrentada. La figura del presidente local y diputado autonómico, Manuel Ortuño, ha pesado siempre como una losa en el organigrama interno, y ha sido el detonante fundamental de la crisis actual de los populares. Pese a todo lo llovido, el controvertido abogado siempre ha sabido sobrevivir a las inclemencias, y supera con absoluta facilidad los obstáculos de todo aquel que ose contradecirlo, que por lo general acaba como en la fábula del cazador cazado. El último ejemplo es reciente: el cabeza de lista de las elecciones municipales de 1995, Manuel Serrano, sintió a los pocos días de ser propuesto el peso de su jefe orgánico. La presión, como siempre en Elche, es tanto interna como externa, cara a la galería. Serrano ha pasado a la historia local como el candidato a alcalde que no consiguió el apoyo de sus propios concejales. Pocos días después de aquellos comicios, los ediles más próximos al presidente Ortuño prefirieron depositar en la urna una papeleta en blanco antes que escribir en ella el nombre del empresario. La dirección del partido puso en las manos de Serrano todos los canales para desembarazarse de Ortuño y liderar la organización. Cuatro años después, otro fracaso electoral empujó a este empresario a arrojar la toalla. "Dimito por motivos personales", señaló en su despedida. El PP no le agradeció los servicios prestados. Una muestra clara de estas diferencias es la existencia de dos sedes orgánicas. El PP, en Elche, mantiene abiertas dos oficinas, que funcionan con absoluta autonomía. En la de la calle de Daoiz impera el reinado de Manuel Ortuño, y a ella asisten con regularidad dos concejales en el Ayuntamiento de Elche: Elena Bonet y Álvaro Valls, así como el presidente de Nuevas Generaciones, Juan de Dios Navarro. En el barrio Carrús se han atrincherado los otros nueve concejales, sin liderazgo definido. Las dos sedes organizan actividades de manera independiente y mantienen reuniones a espaldas de los miembros de la otra agrupación. En periodos electorales, el organigrama se amplía con una sede de campaña, en un edificio de consenso, en la que trabajan los dos bandos para trasladar a la opinión pública una imagen de unidad, hasta ahora inexistente. Y cada cual actúa a su manera. Manuel Ortuño se ha erigido en líder del bautizado como "comité de expertos sectoriales", una especie de clan en el que se agrupan sus afines para debatir cuestiones de interés orgánico e institucional. Los concejales electos, lejos de dejarse aconsejar dada su inexperiencia, hacen caso omiso de las recomendaciones de ese comité. La situación de crisis permanente en la tercera ciudad valenciana en número de habitantes preocupa a la dirección regional del PP, que sin embargo mantiene una postura ambigua y, hasta ahora, no ha conseguido atajar la crisis que ya perdura varios años. "Me preocupa esa división relativamente", declaró el viernes el presidente Eduardo Zaplana, "porque ahora disponemos de tiempo para solucionar el problema".
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