El interno pródigo
Los internos en centros psiquiátricos penitenciarios deben pasar por una serie de estrictos controles para conseguir que el juez les conceda permiso para pisar la calle. Por eso, Pedro J. M., un jienense de 63 años recluido en el Hospital Psiquiátrico de Fontcalent, dudaba mucho de que fuera posible que se le permitiera visitar a sus hijos en el sur de Francia, como era su intención y su obsesión desde hace unos meses. Pedro ingresó en el centro hace dos años para cumplir una condena de siete por homicidio frustrado. Salía con una mujer en Torreblanca (La Plana Alta) y sospechaba que le engañaba con otro. Preso de un ataque de celos, intentó matarla. El juez entendió que, en aquel momento, Pedro había sufrido un trastorno delirante celotípico, por lo que, en vez de en la cárcel, decidió internarlo en el psiquiátrico penitenciario. A Pedro le entró la nostalgia a finales de agosto. Deseaba ver a sus hijos, residentes en poblaciones del sur de Francia cercanas a Perpiñán. El día 30, en el curso de una salida terapéutica, encontró la oportunidad para escapar y reencontrarse con su prole. Nadie tuvo ninguna pista de su paradero hasta dos días después, cuando él mismo llamó al centro desde la casa de su hijo en Bonpas (Francia). "Me dijo, medio llorando, que le sabía muy mal habernos hecho esta faena con lo bien que nos habíamos portado con él", cuenta el subdirector de tratamiento del hospital, José Demetrio Monterde. No obstante, "Pedro aseguró que estaba arrepentido y que tenía intención de volver a finales de semana para cumplir con la Justicia", señala. Pedro es celoso, pero también ha demostrado ser un hombre de palabra. Ayer mismo cumplió su promesa de regresar a cumplir el resto de su condena y se presentó en el centro acompañado de su hijo, en cuya casa ha vivido estos once días como prófugo. Pidió perdón a los responsables del psiquiátrico y regresó a su celda. El hijo de Pedro emprendió el camino de vuelta a Francia ayer mismo, y todo parece indicar que confía ciegamente en la recuperación de su progenitor. Tanto él como su hermana, que reside en un pueblo próximo a Bonpas, han asumido el compromiso de hacerse cargo de su padre si se dan las condiciones adecuadas cuando éste adquiera la libertad. Pese al delito violento por el que Pedro fue internado en el psiquiátrico de Fontcalent, Monterde asegura que en ningún momento temió que pudiera causar daño a alguien en su camino hacia Francia. Asegura que el interno se encuentra perfectamente adaptado y califica su evolución como "muy positiva". "Es un interno de la máxima confianza", asegura. Debe serlo, cuando Monterde se fió de su promesa de regreso y esperó pacientemente hasta el fin de sus vacaciones en el sur de Francia. Con motivo de su buen comportamiento, Pedro había disfrutado de dos permisos de salida de tres días de duración. En lo que va de año, la dirección del psiquiátrico de Fontcalent ha autorizado más de 2.000 salidas terapéuticas en las que ha participado el 90% de los internos. Este programa de salidas terapéuticas se realiza con la colaboración de la capellanía del padre Arrupe en el barrio alicantino de San Agustín, según detalló Monterde. Es un paso intermedio entre la estancia en el centro y el traslado al domicilio familiar. Se aplica a aquellos enfermos que no puedan ver a sus familiares por carecer de ellos o porque viven muy lejos. A finales de agosto, la nostalgia pudo más que la paciencia y Pedro se saltó ese paso intermedio, aunque, como se ha demostrado luego, se arrepintió.
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