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El eterno retorno

SEGUNDO BRU Justo antes de las vacaciones Lerma se proclamó como el pasado, el presente y el futuro del PSPV. Le faltó añadir que él es la resurrección y la vida y que aquél que crea en él militará eternamente. Aunque quizás tengan razón algunos buenos amigos que me sugieren aplicar a la crisis de los socialistas valencianos un análisis más estructural y menos nominal. Les tomo la palabra pero, de entrada, me encuentro con el mismo dilema que complicó la vida a los estructuralistas de antaño. O sea, dilucidar si el estudio de la génesis de una estructura debe o no ser previo al estudio de la estructura misma. Me inclino por el historicismo y, por ello, tiendo a considerar que la actual situación del PSPV no es en absoluto ajena a los casi veinte años durante los cuales Lerma dirigió ese partido con las consecuencias estructurales -y recuerden que estructura es lo que dura y lo demás es coyuntura- que son harto conocidas y sufridas por la sociedad valenciana, que es sobre quien recaen las consecuencias de la falta de una política progresista electoralmente viable. Lógico fruto de un partido amalgamado por el poder y del desierto de liderazgo, primorosamente cultivado por Lerma en sus casi dos décadas de gestión orgánica. Por otra parte, no puede dejar de ser válido, siquiera parcialmente, aplicar el enfoque nominalista a la situación de un partido que sería incapaz hoy, por falta de costumbre, de reconocer a una idea caso de tropezarse con ella. Y donde los únicos pronunciamientos políticos son estrictamente de fervorosa adhesión nominal, con argumentos tan profundos como si Fulano es o no más integrador. Concepto éste del argot interno socialista que simplemente denota la mayor o menor capacidad para taparse la nariz y recoger cualquier desecho de tienta, por impresentable que sea, con tal de sumar algunos votos más en el congreso. La recuperación electoral del PSPV no comenzará hasta que sea capaz de articular un discurso político alternativo que pueda ser aceptado por ese amplio espectro social que se declara progresista. Y por ello, aunque en el próximo congreso no se discutan tesis programáticas sino simplemente se trate de elegir una nueva dirección, creo yo que uno de los factores esenciales que deberían hacerse valer en tal empeño sería la capacidad personal de construir ese nuevo discurso y no la simple habilidad para captar más o menos voluntades orgánicas, sin ninguna proyección social y estructuralmente viciadas por el tribalismo imperante. Y, en este sentido, dudo mucho -por simple introspección- que Lerma pueda atraer a los teóricos y expertos precisos para generar propuestas alternativas. Asunción, en relación con la tarea intelectual, se inscribe hasta ahora en lo que podríamos llamar el millanastraynismo tradicional entre el sector iletrado del PSPV y valga como muestra el alegre e irresponsable plumazo con que despachó el discutible pero innegable esfuerzo de Romero y su Foro XXI. Nos queda, pues, dentro de la tríada nominal, a Ciscar el cual, tan responsable como los anteriores de la presente crisis, es posible que pudiera tener éxito en la tarea. Sobre todo si retrocede, renunciando a su preocupante autoritarismo, al estilo de hace más de una década, cuando laboriosamente sentó la fama de finezza política que ha dilapidado estrepitosamente en los últimos tiempos al utilizar más y mejor la navaja cabritera que la florentina daga. Ya veremos.

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