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Deseos y realidades

El partido de los socialistas valencianos se enfrenta dentro de tres semanas a un nuevo reto para su recuperación. La elección de una nueva comisión ejecutiva se presenta como una nueva oportunidad para pacificar e integrar a un partido excesivamente escorado a la disputa interna. No es en absoluto nada fácil. Cuando en una organización se abre la espita de las soluciones individuales y locales y se pierde el nervio del trabajo conjunto, recuperar los hábitos que nos dieron el éxito electoral y político de los últimos años se hace cuesta arriba. Pero no se puede mirar impasible esta situación. Esto es lo que marca la gran cantidad de proclamas que se lanzan pidiendo una solución de consenso en el partido. Aparte de Ángel Franco, que ya tiene su alternativa de secretario general, y si se me apura, la lista de delegados al congreso del PSPV-PSOE y hasta la candidatura al Congreso de los Diputados y al Senado, el resto de los militantes que se han pronunciado sobre la solución a la crisis insisten en la opción del consenso. El problema es que cada uno entiende el consenso a su manera, en otras palabras, querría imponer su solución. Y esto origina, queramos o no queramos, una polarización y el enfrentamiento entre dos alternativas. Ya hemos tenido experiencia de esta situación. El anterior congreso supuso la apertura de un enfrentamiento que dura hasta ahora, por lo que creo que, salvo algún insensato vengativo, la experiencia del enfrentamiento no puede ser más negativa. Con todo y con eso, tampoco debe de hundirse el mundo ante esta situación. La opción ganadora tendría una nueva oportunidad para intentar normalizar el partido y la democracia interna habría dictaminado la solución. ¿Es eso tan fácil? Si tenemos en cuenta que una de las partes del enfrentamiento es nada menos que el secretario de Organización del PSOE, el problema podría agravarse más que solucionarse. No creo que nadie ponga en cuestión la capacidad política de Ciscar tan insistentemente ponderada por sus hinchas en los últimos días, pero no es esa la cuestión de debate para el congreso. Lo que sí se debe de discutir es hasta qué punto su alternativa no supone un nuevo paso para atrás para el PSOE en la Comunidad Valenciana. Ante las próximas convocatorias electorales (elecciones catalanas y generales), la opción socialista valenciana puede ir dividida a las mismas merced a la acción directa del secretario de Organización. Gane o pierda su candidatura. Si pierde, por lo que supone de desprestigio para el secretario de Organización; si gana, porque, como aseguran quienes lo proponen, se van a abrir expedientes y expulsar a los denominados rebeldes. Tendríamos asegurada una buena campaña electoral... del PP. Cuando tan delicada es la situación y tan problemáticas son las alternativas (téngase en cuenta que algunos censos de agrupaciones aún están por cerrar, lo que podría llevar a impugnar el congreso, con Ciscar de juez y parte en el mismo), la labor del secretario de Organización debe de ser la de intentar lograr el máximo consenso. Él mismo ha hablado de formar una alternativa con el 80% de los apoyos, pero, o mucho me equivoco, o con dos alternativas, ninguna alcanzaría tal porcentaje. Contrariamente a lo que ha ocurrido en otras ocasiones, en este congreso, si se diera una solución de consenso, no tendrían tanta importancia los puestos que cada uno ocupe en la organización. Con un portavoz en las Cortes (que se diga lo que se diga, vería como una amenaza la situación de un secretario general fuerte), un representante con una fuerte representación en la comisión ejecutiva federal, y una distribución equilibrada de representantes en la comisión ejecutiva nacional, la solución de consenso supondría un nuevo experimento de poder en el partido de los socialistas valencianos, más equilibrado y ajustado a la realidad del partido actual. No dejo de pensar que las soluciones de consenso son deseos, pero creo que los socialistas no debemos de resignarnos a convertir nuestros deseos en realidades. Si lo proclamamos como una alternativa para la sociedad, ¿cómo no vamos a ser capaces de aplicárnoslo a nosotros mismos?

Martín Sevilla es catedrático de Política Económica de la Universidad de Alicante.

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