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Johnson se adelanta a Lewis

El estadounidense se exhibe en el relevo largo y logra su noveno oro en unos mundiales

Carlos Arribas

El hombre erecto que corre sentado se exhibió en Sevilla. Los famosos isquiotibiales vibrando rápidos y con fuerza descomunal, las rodillas que no saben lo que es erguirse, la cabeza para atrás, la zancada relativamente corta, el ácido láctico a 25, las zapatillas doradas y negras perdidas tras el récord del mundo y aparecidas un día después, todo el aparato que rodea al mejor atleta de la década, todo, tuvo a bien exhibirse de nuevo en Sevilla para deleite y aplauso de unos aficionados enamorados.Michael Johnson salió, esperó a que sus tres buenos colegas y compañeros de equipo le prepararan el terreno y corrió solo los últimos 400 metros del Mundial. Estados Unidos ganó el relevo largo y el Expreso de Waco su segundo oro individual en Sevilla 99, tras el del histórico 400 metros en 43,18s, que supuso un nuevo récord del mundo. Todos felices, pero más que nadie Johnson. La medalla más fácilmente conseguida tiene un valor simbólico en cuanto deshace un incómodo empate con Carl Lewis a ocho oros en su historial mundialista. Claro que Lewis, quizás el mejor atleta de todos los tiempos, aún le mira por encima del hombro desde el Olimpo de sus nueve oros en Juegos Olímpicos frente a los tres del tejano.

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Trabajo de equipo

Fue un buen trabajo de equipo en un relevo, el largo, en el que la técnica del paso de testigo no es tan determinante como en el 4x100. Jerome Davis, el joven del futuro, eliminado en semifinales de los 400 metros, se sobrepasó y sobrepasó sus límites para entregar el primero el primer testigo. Por detrás, ya se definió desde entonces lo que daría de sí la final.Ausente el Reino Unido (segundo en 1997), en año de transición tras la retirada de Roger Black, Polonia (cuarta en el anterior Mundial) y Jamaica (tercera en Atenas) se empezaron a pelear pronto por la plata, con ventaja, también definitiva, desde el principio de los polacos, un equipo conjuntado y curtido, hecho de especialistas. Un equipo de tradición que ayer culminó el trabajo de un quinquenio. Los jamaicanos, envejecidos, los mismos que hace dos años (McDonald, Haughton, McFarlane y Clarke), terminaron terceros. Sólo hubo cuatro atletas blancos, Czubak, Mackowiak, Bocian y Haczek, entre los 12 que subieron al podio. El segundo relevo del equipo devoto de Michael Johnson correspondió al más veterano de los norteamericanos, el gran Antonio Pettigrew, siempre a la sombra de Johnson. Un trabajo limpio y efectivo. Seguían los primeros los de Estados Unidos, pero todavía no habían marcado plenamente su territorio. Aún podían sentir en su nuca el aliento de los polacos. Faltaba un impulso definitivo. Johnson debía, era obligatorio, correr absolutamente solo los últimos 400 metros. Era su vuelta de honor en la última prueba del Mundial. Era preceptivo que no tuviera a nadie cerca, ni tuviera que esperar a la última curva para desembarazarse de rivales que le podrían quitar cámara. Era un trabajo para Angelo.

Angelo Taylor, el joven veinteañero soberbio e impulsivo que se quedó fuera en la primera serie de los 400 metros vallas, era el hombre elegido. El tercer relevista. Los técnicos norteamericanos apelaron a su orgullo y sacaron lo mejor de él. "Salimos a hacer un trabajo y lo hicimos", dijo Taylor . "Y yo, además, tenía que desquitarme de lo que hice en las vallas. Así que cumplí mi cometido dándolo todo. Agarré el tubito, dejé atrás mi tristeza y me eché a correr".

Los 400 de su vida

Motivado por disponer de una segunda oportunidad que el destino suele hurtar a la mayoría de los mortales, Angelo Taylor hizo los 400 metros de su vida. Si en las vallas se hizo daño sólo a sí mismo, esta vez había algo más en juego, estaba su equipo, su bandera, su país y, sobre todo, al final de la recta estaba esperando Michael Johnson, el único hombre que puede devolver la popularidad y el esplendor perdidos al atletismo norteamericano. Con tal ventaja sobre polacos y jamaicanos entregó el testigo Taylor a Johnson que el Expreso de Waco pudo dar su última vuelta solo y sin necesidad de pasarse a la alta velocidad. Corrió sus últimos 400 metros en unos oficiosos 44,50s, más de un segundo más lento que su récord, conseguido el pasado jueves. Pero llegó más solo que nunca. Solo en su planeta.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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