_
_
_
_
SEVILLA99 La final de 1.500 metros

"Si llego a tener mi cambio..."

Reyes Estévez no se da por satisfecho con el bronce

Carlos Arribas

¿Qué hace el emperador del medio fondo después de regalar al mundo la carrera más extraordinaria de la historia? ¿Cómo son los primeros cinco minutos en la intimidad del hombre que ha roto todas las barreras en una noche sevillana agobiante de calor (31º), humedad (50%) y sin aire? No mucho, la verdad. Más que nada porque no tiene fuerzas ni para levantar las zapatillas. Pero disfruta. Si la felicidad existe, se llama El Guerruj a las 21.21.Hicham el Guerruj aparece como una sombra verde y roja. Atraviesa el laberinto de la zona mixta. Aún investido con la bandera de Marruecos. Sus ojos descomunales, aún más grandes. Inyectados en sangre. Sus pómulos sólo huesos puntiagudos. Palidez. Le ayudan miembros de la delegación. Le tumban en la bancada gris de madera al otro lado de la barrera. Un solícito masajista le acerca una botella de agua de la nevera, se la pone en los labios como si ayudara a un bebé en sus primeros tragos, le da palmaditas en la cara para que las mejillas recobren el color perdido. Otro del equipo le levanta las piernas, que la sangre le vuelva al cuerpo. ¿Se va a marear o va a levitar, en éxtasis? Ni una cosa, ni otra. El Guerruj estira las piernas, se tumba cómodo y se lleva las manos a la cara. Llora. De felicidad. Sollozos sonoros. De fondo se oyen más. No es el eco.

Más información
El Guerruj hizo mejores a todos

Andrés Díaz ha terminado quinto. Llega a la zona donde, en un cesto, está su ropa; y se sienta. Como siempre, la mirada perdida. Como siempre, una toalla le cubre. Luego, desaparece sin abrir la boca. Los tabiques son de madera. Nada se puede esconder. Sollozos. Llega un encargado de prensa de la federación: "Disculpad que Andrés no hable. Ha llegado y se ha puesto a llorar. De frustración. Yo le he dicho que no pasa nada, que ha quedado quinto en la carrera más dura de la historia, pero no me ha hecho ni caso".

Mientras tanto, El Guerruj continúa en el paraíso. Delicadamente le quitan las zapatillas verde fosforito y rojo, le bajan los pantalones también. Le desvisten sus masajistas. Le visten. Como a un muñeco. Como a un ser inanimado. Pasa el tiempo. Reyes Estévez, el infeliz, el airado, tercero, se cruza con él. Ni le mira. Más minutos. Inmovilidad. El Guerruj se levanta y se va. Por fin, un asomo de sonrisa. "Pensé en mis padres en ese momento", explicó luego. "Ya les había telefoneado la víspera. Su apoyo ha sido decisivo. Y mi madre más. Ella me prepara muy bien con su dieta especial, sobre todo con el cuscús, lo devoro. Está buenísimo". Luego, a vivir de los recuerdos hasta la próxima gran carrera, hasta los Juegos de Sydney. Ya en el 2000. ¿Los recuerdos? Los besos al público en los últimos 100 metros, el mismo ceremonial que le sirvió al argelino Nurredín Morceli para cerrar en 1991 la era de Saíd Auita. ¿Morceli? ¿Dónde está? Su época, casi 10 años, la década de los noventa, se acabó silenciosa. El envejecido argelino logró, tras titánico esfuerzo, clasificarse para la final. No pudo terminarla. Fermín Cacho, sí. El soriano ha sobrevivido a Morceli, el hombre que le ha marcado toda la carrera.

El soriano terminó cuarto. Cacho llega, busca una cámara y se pone a hablar. Por lo bajinis, un fisioterapeuta le pone una bolsa de hielo junto a la rodilla izquierda. "Antes de la última vuelta pensé que tenía la medalla a mi alcance", dice el soriano, dolorido y cansado, "pero me resentí del golpe en la rodilla, del golpe que yo mismo me di fortuitamente a los 150 metros de la carrera. Me lo di con el tobillo en la zona de la tibia, por atrás". No hubo as en la manga. Sólo una mirada de impotencia a falta de 400 metros, cuando el cambio de ritmo imponente de Reyes Estévez. "He ido lo mejor que he podido, pero con el dolor he visto que no podía ir más allá cuando me pasó Reyes", se excusa Cacho. Un momento histórico. Pero ha sido una hermosa despedida la del soriano. Ha corrido la final más rápida de su historia. Y ha terminado cuarto. 3.31,34. Qué tiempo. "Ya sabía yo que iban a ser los marroquíes y no los kenianos quienes iban a lanzar la carrera. Quería una carrera sólo para él, El Guerruj. Pero claro, también ha demostrado que sigue muy por encima de los demás".

Qué enfado el de Reyes Estévez. "Qué final más atípica", dice. "Ha sido el primer campeonato que se ha corrido a este ritmo, qué bestia y qué desgracia".

No, no se siente feliz Estévez, tercero en el Mundial de Atenas hace un par de años, campeón de Europa el pasado verano en Budapest. "Ha sido descarado. Ya me esperaba que los marroquíes iban a jugar con liebres, pero no esperaba que lo hicieran así. Le han quitado toda la belleza a la final, le han quitado todo el lado táctico, que es lo que hace único al 1.500. Lo han convertido en un mitin, en una carrera más. Ese tiempo me ha fastidiado. A un ritmo de 3.36, que es el normal en un campeonato, otro gallo habría cantado. Pero así El Guerruj es muy fuerte".

Gracias al marroquí El Kauch, la liebre de su compatriota, Estévez acabó en 3.30,57, la mejor marca de su vida. Tampoco le satisfizo. "Claro que si hago 3.30 en un campeonato puedo bajar de ese tiempo, pero para eso están los mítines, para eso hay tiempo. Aquí yo no quería una marca, aquí sólo quería el oro. El bronce ya lo logré en Atenas". "Sí, me puse segundo, pero miré para atrás y vi lo bien que venía Ngeny. Siempre me gana. Y claro, me acordé de la final europea de Budapest, de aquel oro. Y me dije a falta de 150 metros: "si llego a tener aquí el cambio de Budapest...".

El cambio de ritmo sólo pertenecía a un hombre, a El Guerruj, el que casi exánime se retira de la vista de todos, hablando por teléfono móvil. "No he tenido ninguna dificultad. Estaba seguro de ganar la carrera. Lo estaba antes y lo estuve durante la carrera. Ha sido tan sencillo como eso", declaró después, en la conferencia oficial. Pero quizás lo siga siendo por poco tiempo. "Éste ha sido el último año de El Guerruj", dijo desafiante el segundo, el keniano Ngeny. "El año que viene será mío".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_