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Tribuna:LA PAELLA DE LAS VANIDADES - GUILLEM MARTÍNEZ
Tribuna
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Un hombre llamado caballo

- El periodista de la peca. Martínez llega al aeropuerto de Jerez, con chorrocientas horas de retraso respecto del horario previsto en el BOE. Llega con la cara que se le ponía a Washington Irving cuando el calor le fundía la junta de la culata y, en general, ya estaba hasta las narices del singular gracejo del Viejo Sur. En el aeropuerto le espera su maleta, dando saltos de alegría. Son tantos saltos que despierta las sospechas de dos números del Benemérito Cuerpo de Represión del Tráfico Ilegal de Frijoles Saltarines, que cogen a Martínez y le aplican un tercer grado. En el camino hasta Sanlúcar from Barrameda, Martínez ojea la prensa gaditana del día, y comprueba que: a) las medusas han picado a más de 900 gaditanos en las playas de Cádiz y Chiclana -Martínez, solidario con los caballeros del lugar, espera que en esas costas el agua no llegue a la cintura-; y b) en Ceuta, Gil y/o el GIL se hacen cargo del poder vigente -otra meditación: en Hong Kong se optó por la fórmula un país, dos economías, mientras que en Ceuta, el Hong Kong de Gil, posiblemente se ha optado por la fórmula un país, dos contabilidades B-. Bueno. Martínez llega a Sanlúcar de Barrameda.- Ubi est? El objetivo de Martínez es visitar las carreras de caballos, una competición estival que ya va por su 154ª edición. En Sanlúcar pregunto a diversos ¿sanlucareños? por las carreras. Las carreras se realizan en la playa. Hasta ahí estamos todos de acuerdo. Lo malo es ubicar la playa. Varios informantes contradicen sus puntos de vista. Un matrimonio interrogado difiere tanto en su punto de vista sobre la playa que, al final, el señor le da, glups, una bofetada a la señora. Finalmente llego a la playa. Como el lector habrá supuesto, se encontraba en la dirección que proponía, snif, la mujer abofeteada, lo cual es una metáfora universal de la mujer abofeteada. ¿Es casualidad que tantos ¿sanlucareños? ignoren la dirección en coche hasta la playa? ¿Es posible que, en 154 años, muchos ¿sanlucareños? no hayan tenido acceso a la playa? Ni idea. A principios del siglo XIX, el área de Cádiz fue una de las dos zonas peninsulares que se enriquecieron con la exportación a América de productos agrícolas manufacturados -morapio, vamos-. Pero fue la única que no reinvirtió los beneficios en industrialización. Quizás los beneficios se invirtieron en evitar que alguien descubriera la playa.

- Debajo de los caballos está la playa. Las carreras. Dos tipos de espectadores. Los de la playa y los del cercado con chiringuitos y gradas que hay en la línea de meta. La gente de la playa va vestida con el uniforme universal de señor y señora en la playa, tendencia tortilla en tuperware. En el cercado hay señores con el uniforme del centro-derecha en el Sur -pantalones color divertido, mocasín sin calcetines, camisa con las mangas tres vueltas arremangadas; por lo visto, si te das cuatro vueltas estás descalificado-, y señoras con el uniforme de la sección femenina del movement -joyos de la increíble mujer de 20 pies, pelo a mechas de la increíble mujer que se cayó en la marmita de tinte de pequeña-. La entrada al cercado vale 700 pesetas. Es barato. Pero nadie de los de la playa entra al cercado. Fuera del cercado hay muchos niños vestidos de tortilla de patatas. Antes de cada carrera, un coche de la Guardia Civil les va sacando de la pista de carreras. En el cercado también hay muchos niños con el polo con la bandera etc. Decía Ortega que uno se parece más a su época que a su padre. Supongo que es una regla que no se cumple en los países en donde no todo el mundo sabe el secreto de la localización de la playa.

- La carrera. Bueno. Una carrera. Los caballos corren. Delante de ellos va un coche de la Guardia Civil. El coche de la Guardia Civil gana por varios cuerpos de ventaja. Las personas del cercado y las de fuera del cercado van a cobrar sus apuestas dentro del cercado y fuera del cercado, respectivamente. Luego, los del cercado hacen una fiesta curiosa. Diversas casetas ofrecen cenorrio a los visitantes. Las casetas no pertenecen a empresas, como sucede en un país industrializado, sino a familias particulares. Mañana estoy por aquí o me voy al Gran Norte, que no lo sé.

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