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CRISIS POLÍTICA EN CEUTA Y MELILLA

La tránsfuga socialista apoya la moción de censura en Ceuta vigilada por el GIL

Carlos E. Cué

Susana Bermúdez, la diputada tránsfuga del PSOE, votó ayer a favor de una moción de censura que entregó el poder en Ceuta al Grupo Independiente Liberal (GIL). Durante toda la mañana, ni siquiera hubo un contacto visual entre ella y alguien que no fuera miembro del GIL o familiar suyo. Y durante la hora y cuarto que duró el pleno, mientras todos los portavoces de los demás partidos se dirigían a ella para recriminarle su decisión, Bermúdez los ignoraba, y se dedicaba a mascar chicle y charlar con Francisco Torres, diputado del GIL, ex socialista, y uno de los mayores artífices del pacto entre la tránsfuga y el grupo de Jesús Gil.En todo momento pareció que no le interesaba la sesión, sino sólo levantar su mano al final de la misma. Poco después, Gil anunciaba, de manera críptica, que puede haber "sorpresas" en la relación con Marruecos, y dijo que su grupo está interesado en realizar inversiones en el norte de este país.

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La estrategia diseñada por el GIL era clara: mantener a Bermúdez alejada no sólo de la prensa, sino de sus antiguos compañeros de partido y de los otros miembros del Gobierno tripartito de la ciudad autónoma, presidido hasta ayer por Jesús Fortes, del PP. No fue muy difícil mantener esa estrategia. Primero estuvo durante casi una hora con Gil en la habitación del hotel donde Bermúdez había pasado la noche. Estuvieron acompañados por Antonio Sampietro, nuevo presidente de la ciudad.

Cuando ya se decidieron a dirigirse hacia la Asamblea, a unos 200 metros del hotel, Gil se quedó en la habitación y Bermúdez hizo el trayecto flanqueada por su marido, Francisco Cazalla, y por Sampietro. Por si había alguna duda de quién era la verdadera protagonista del día, todos los simpatizantes del GIL que allí había congregados (1.200 según la delegación del Gobierno) le dirigían gritos de ánimo. En cuanto llegó a la Asamblea fue a reunirse con los 12 diputados del GIL en Ceuta.

Diputada ausente

Ya en la sala de plenos, Bermúdez no tuvo ni el más mínimo contacto, ni siquiera un cruce de miradas, con el resto de los parlamentarios. Se sentó en un banco totalmente rodeada de diputados del GIL. Pero lo más extraño es que durante la hora y cuarto que duró el pleno, Bermúdez dio la impresión de no estar allí. Ni siquiera escuchó el discurso de Sampietro. Tampoco los de los portavoces de los otros grupos, que la citaban directamente para pedirle explicaciones.Francisco Torres, un ex socialista amigo de la familia y ahora diputado del GIL, se encargaba de distraerla. Sólo en un momento atendió al pleno. Fortes hablaba de las familias necesitadas, y una persona del público ironizó: "Sí, la familia Bermúdez". Esta anécdota la divirtió y estuvo un rato comentándola con Torres.

En todo caso, esta extrema protección a la que la sometió el GIL no se veía necesaria, puesto que mostró una actitud muy segura, que a ratos pareció chulesca. Como cuando, antes de entrar al pleno, una periodista le preguntó cómo estaba. "De puta madre", espetó con indiferencia.

Lo que se esperaba que podía ser una jornada tensa, donde Bermúdez se enfrentaría a una decisión muy complicada, más bien se transformó en un trámite. Ni siquiera se inmutó cuando los portavoces la acusaron de haber cometido una "prostitución política" y de haber entrado en el "selecto club de traidores".

Gil, que durante todo el pleno estuvo sentado cerca del padre de Susana Bermúdez, se dirigió junto a ella y Sampietro a una ventana de la sala de plenos para saludar a su gente en la calle, que gritaba enfervorecida.

Los tres juntos se dirigieron de nuevo al hotel, donde ofrecieron una rueda de prensa. En ella, un Jesús Gil eufórico anunció en tono críptico que con el Gobierno de su grupo habrá "a lo mejor alguna sorpresa en cuanto a las relaciones con Marruecos". Luego aclaró que su grupo promoverá inversiones para fomentar el turismo en el norte de este país. "En lugar de pateras y de otras historias, que es lo que se lleva ahora, puede haber un puerto de categoría, una atracción hotelera, urbanística y turística".

Con un discurso muy confuso, dijo que el programa electoral del GIL recoge un "trato excepcional" con Marruecos. "Y lo digo con conocimiento de causa". Añadió que él defiende a "España y la Monarquía por encima de todo".

La relaciones con Marruecos son precisamente uno de los temas que más preocupan a la que ahora será la oposición en Ceuta. Todos sus dirigentes están convencidos de que la presencia de GIL las complicará mucho, y como prueba de ello citan las declaraciones, dos días después de que se presentara la moción de censura, del primer ministro Marroquí, Abderramán Yussufi, en las que aseguraba que la situación de Ceuta y Melilla "no puede continuar".

Reivindicaciones marroquíes

La histórica reivindicación de Marruecos de las dos ciudades autónomas, piensan los responsables de la oposición, se puede ver fortalecida por la inestabilidad que puede traer un Gobierno del GIL, extraña amalgama de empresarios que se declaran "sin ideología".Las palabras de Gil ayer parecen querer despejar esos temores, aunque también indican lo que podría ser su interés en Ceuta: controlar la zona para luego invertir en el turismo de la zona norte de Marruecos. El apoyo total que Gil ha ofrecido a Bermúdez no concluyó con la rueda de prensa. Poco después, y en el mismo hotel, el alcalde de Marbella invitó a comer a Bermúdez, su marido y su padre. Luego abandonó en un ferry la ciudad, y, por primera vez en 14 días, el GIL, que ya había logrado sin mucha dificultad su objetivo, dejó sola a Bermúdez con su familia.

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