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La tripulación de un buque lleva 33 días sin dinero ni comida en Barcelona

Enric González

El barco está inmovilizado por los acreedores. El capitán ha desaparecido. No hay una sola moneda en la caja ni un puñado de arroz en la despensa. Y el agua se acabará en cuatro días. La situación en el Eurolink, un carguero de pabellón panameño amarrado en el puerto de Barcelona, es catastrófica. Los siete tripulantes no pueden acudir siquiera a las instituciones portuarias de beneficencia, cerradas por vacaciones.

No es muy raro que los barcos viejos y sus tripulaciones acaben varados en un muelle, abandonados por el armador y condenados a una larga espera que suele terminar con repatriaciones, subasta y desguace. Los marineros, de vez en cuando, padecen esas desgracias. Es mucho menos habitual que esas cosas ocurran con buques en buen estado, como el Eurolink. Y es bastante insólito que el capitán desaparezca sin despedirse. El capitán del Eurolink, Delakis Giorgios, de nacionalidad griega, se esfumó hace seis días. Dijo que bajaba a tierra y no se le volvió a ver. El jefe de máquinas denunció ayer ante el Cuerpo Nacional de Policía la desaparición del capitán, que dejó la caja vacía de dinero y de documentos. "Puede haberle pasado algo al capitán, pero no lo creemos. Se comportaba de forma muy rara últimamente. Desde que empezaron los problemas nos dejaba hacer, pasaba mucho tiempo en tierra y sólo repetía que pronto se arreglaría todo", explica el jefe de máquinas, Gamal, de nacionalidad egipcia. La tripulación sospecha, evidentemente, que el capitán decidió rebañar lo poco que quedara en la caja fuerte y largarse. La tripulación del Eurolink, descontado el capitán, se compone de tres griegos, tres egipcios y un paquistaní. El barco es un carguero mediano, de 3.200 toneladas, dedicado al transporte de contenedores. Los problemas empezaron hace cinco meses, cuando la tripulación dejó de cobrar. Nadie se alarmó demasiado porque los sueldos se retrasaran: esas cosas pasan en el negocio del mar. Mucho más inquietante fue descubrir a su llegada a Barcelona, 34 días atrás, procedentes de Túnez con escala en Castellón, que no había dinero para pagar a la consignataria. No se podía pagar siquiera el depósito de gasóleo. La deuda con la consignataria barcelonesa es de 70.000 dólares (unos 11 millones de pesetas) y se deben 30.000 de gasóleo. El barco quedó retenido a la espera de que las deudas fueran saldadas. Y así sigue. "Tranquilos, tranquilos", decía el capitán Giorgios. Hasta que se fue. Imposible estar tranquilo cuando desaparece el jefe, el que tiene las llaves de la caja y el contacto con el armador. El problema se convierte en pesadilla cuando se intenta tomar contacto con la compañía armadora, supuestamente llamada Sygma Maritim, supuestamente griega, y se constata que la empresa, como el capitán, se ha convertido en aire. "El gasóleo se acabará en unos días y nos quedaremos sin el generador eléctrico. El agua se acabará también esta semana, y mire la despensa". Gamal abre de par en par los armarios y los frigoríficos, totalmente vacíos. Ayer, la tripulación comió gracias a un paquete de arroz y otro de pasta que les prestaron los colegas de un barco egipcio. Llevan bastantes noches sin cenar. "No podemos ni llamar a casa. Mi mujer está embarazada, quizá ya ha parido, y yo no sé nada de ella, ni ella de mí", se queja Gamal, el que mejor se maneja en inglés. Gamal embarcó en el Eurolink hace tres meses. Peor es el caso de Alí, el paquistaní, que lleva 22 meses en el buque, sin pausa. Incluso las fechas han sido desafortunadas. Stella Maris, una institución que presta ayuda en estos casos, está cerrada por vacaciones. La tripulación del Eurolink ha pedido auxilio a la Embajada panameña, pero, de momento, no hay respuesta. El cocinero hace un recorrido cotidiano por otros barcos para pedir algo de comida, y ha aprendido a la perfección unas cuantas palabras españolas: "Diez pesetas, por favor, para teléfono". Dice que todo esto le avergüenza.

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