POLÉMICA POR UNA REVISTA Presiones sobre la prensa
Hay noticias que uno tiene que leer dos o tres veces antes de captar su verdadera dimensión, su significado oculto. Así, por ejemplo, me ha pasado con la reciente noticia sobre la carta que la Junta de Personal de Correos y Telégrafos de Granada ha enviado a los anunciantes de El Batracio Amarillo pidiéndoles que retiren su publicidad de esa revista porque en ella se había criticado la lentitud de Correos de una forma que le parecía insultante. Lo primero que uno piensa es que se trata de un vulgar -y un tanto pueril-ataque a la libertad de expresión por parte de la Junta de Personal; pero cuando se piensa más detenidamente se cae en la cuenta de que el objetivo latente de la Junta de Personal no era otro que dar un poco de publicidad tanto a Correos como a El Batracio Amarillo. ¿Por qué, si no, iban a poner por escrito lo que el propio presidente de la Junta de Personal ha denominado "una forma de presión"? Hasta en Irán saben que esas cosas sólo se insinúan, pero nunca se escriben, como explicaba hace un par de días el director del Iran News: "Como percibimos la atmósfera que nos rodea, tendemos a autocensurarnos y a evitar aquellos asuntos o enfoques que pueden resultar espinosos; puede llamarlo una presión indirecta". En un país tan democrático como España esa presión indirecta ni siquiera existe, o cuando existe es tan fácilmente soslayable como en el caso de El Batracio Amarillo; aunque a veces tengo mis dudas, como cuando hace unos años coincidió cierto rumor sobre el descontento de uno de los primeros anunciantes del país con el tratamiento que estaba recibiendo en la prensa con la desaparición de las noticias desfavorables sobre él. Aquí los enfrentamientos directos con la libertad de expresión no provienen tanto de los "poderes fácticos" (y no es poca prueba que este término está casi extinguido) y otros grupos de presión, como de personas concretas de carne y hueso, que sienten menospreciado su honor por alguna noticia o algún artículo, para lo que el ordenamiento jurídico ofrece no pocos remedios. Desde luego, no esa "autocontención" iraní porque en España no existe ningún tema tabú. Si algunos asuntos quedan fuera del circuito periodístico es porque la prensa o bien considera que no interesan a los lectores, o bien piensa que hay un prestigio institucional que mantener, lo que explica, por ejemplo, cierto vacío informativo sobre el Rey de España, que ni siquiera aparece en un divertidísimo programa televisivo de guiñoles donde no faltan otros jefes de Estado, como Bill Clinton o el Papa. Por eso puede proclamarse que afortunadamente hoy día España es un país de una consolidada formación democrática, en el que todo el mundo respeta la independencia de la prensa (y ahora poco nos importa que muchos periódicos tengan su propia "querencia" por determinados partidos) y en el que los periodistas están dispuestos a denunciar cualquier intento de presión, por muy indirecta y remota que sea. Así las cosas, podría pensarse que ya no necesitamos viejas leyes garantizadoras de esa independencia tal y como han pensado el PP y CiU, que han modificado recientemente la Ley 31/1987, de ordenación de las telecomunicaciones, para suprimir el requisito de que las acciones de las sociedades propietarias de emisoras de radio sean nominativas, disposición que dificultaba el tráfico comercial e impedía que se formaran importantes conglomerados empresariales capaces de competir con éxito en el mundializado mercado de los medios de comunicación, tal y como está haciendo Telefónica. Sin embargo, personalmente no termino de ser tan confiado y pienso que todas las medidas que se tomen para defender la independencia de la prensa son pocas, siquiera sea por la sencilla razón de que pocos medios de comunicación son capaces de hacer lo que -además de criticar a Correos- ha hecho El Batracio Amarillo: publicar una historieta criticando a su propio director.AGUSTÍN RUIZ ROBLEDO
Agustín Ruiz Robledo es profesor titular de Derecho Constitucional en la Universidad de Granada.
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