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No escurrir el bulto

Comprendo la irritación que produce el transfuguismo tanto a los dirigentes de los partidos políticos como a los ciudadanos en general. Pero no creo que sea un problema grave en la vida política del país. Estadísticamente, el número de tránsfugas ha sido muy reducido y los problemas de gobernabilidad que los tránsfugas han suscitado no han sido inmanejables. Piénsese en los casi nueve mil municipios y en las seis convocatorias electorales, para valorar la magnitud del problema. Lo que ocurre es que de cada caso de transfuguismo se informa con tanta intensidad, que el problema general se magnifica y se lo convierte en lo que no es. Me parece que no estaría de más que nos acordáramos de qué pasaba cuando el transfuguismo municipal estaba prohibido por ley. La ley de elecciones locales de 1978 disponía en su artículo 11 que el escaño pertenecía al partido, de tal manera que la expulsión de un concejal por la dirección de un partido conllevaba automáticamente la pérdida de la condición de concejal. Con base en dicho artículo, el PCE, bajo la dirección de Santiago Carrillo, "purgó" al equipo de concejales del Ayuntamiento de Madrid y los sustituyó por otros "leales". Una medida legislativa de ese tipo es un elemento que refuerza la dirección oligárquica del partido, que no es precisamente lo que necesitamos en España. Si de algo pecan nuestros partidos es de un exceso de autoritarismo en su organización interna. Cualquier medida que lo refuerce no puede ser buena e incluso puede ser francamente mala. Se trata, además, de una medida que fue declarada anticonstitucional por el Tribunal Constitucional y que, en consecuencia, no puede ser reeditada. ¿Caben otras medidas? Y en el caso de que cupieran, ¿sería bueno adoptarlas? ¿No puede acabar siendo el remedio pero que la enfermedad? El transfuguismo no es el origen de ningún problema. Es el síntoma de que algo no funciona bien. Y cuando se convierte en un problema grave, es señal de que la patología que el transfuguismo saca a la luz es grave. Antes que mirar hacia fuera, los partidos tienen que mirar hacia dentro. El tránsfuga no nace, sino que se hace. Y se hace, porque el ambiente en el interior del partido no sólo lo posibilita, sino que lo propicia.En el transfuguismo hay siempre un elemento subjetivo y otro institucional. Al transfuguismo se le está prestando especial atención estos días por su conexión con el fenómeno Jesús Gil y su irrupción en Ceuta y Melilla. Pero ¿no tiene nada que ver este fenómeno con el comportamiento de los partidos políticos en Marbella, Ceuta y Melilla durante las legislaturas anteriores? ¿O con la desidia e incluso complicidad de órganos jurisdiccionales durante muchos años y con complicidades muy elevadas? Ya está bien de escurrir el bulto. En algún momento habrá que dar la cara. ¿O no ?JAVIER PÉREZ ROYO

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