Con perdón
No hay, que yo sepa, ninguna secta cuyo objeto sea el culto a la gasolina o al motor de explosión, por poner dos ejemplos sencillos. Y es que el problema de la gasolina y del motor de explosión es que existen. Si uno pretende arrastrar a las masas, debe ofrecerles cosas irreales, cuanto más irreales mejor. La gente se muere por todo lo irreal. De ahí que haya tantas sectas satánicas, o tantas religiones con sus dioses. Si Luzbel existiera, no le haríamos ningún caso. Sería un jefe de sección o un subsecretario, quizá un director de personal o un ministro de Fomento: un pobre diablo, pues. El demonio sólo tiene interés a condición de no existir, como la patria, en fin, y otras quimeras por las que hay tanto loco dispuesto a perder la vida. O a quitarla. Hace poco, en EEUU, un francotirador nazi salió a matar por la raza blanca. Si a este demente le hubieran pedido que asesinara por las ensaimadas de Mallorca, se habría negado con razón, porque las ensaimadas de Mallorca existen. La raza blanca, en cambio, es una construcción verbal, una pesadilla, un delirio, por el que da gusto entrar en una guardería y cargarse a veinte o treinta niños.El éxito de Gil en las urnas consiste en que maneja materiales fantásticos como Hong Kong o el Atlético de Madrid. Parece mentira, pero gracias a tonterías de ese tipo se ha hecho con Marbella y está a punto de levantar dos comunidades autónomas que para sí las quisiera el rey de Marruecos. Por si fuera poco, Gil y Gil tiene la ventaja de que él mismo, pese a su volumen, es completamente irreal. Cojan, si no, ustedes un papel, hagan cálculos, dibujen las barbaridades que se les ocurran y se darán cuenta enseguida de que una creación como la de este hombre, o lo que sea, es imposible. En caso contrario, su propia gente le habría ya corrido a gorrazos por Marbella. Pero gusta por eso, por la imposibilidad metafísica de que un sujeto de esas características se pueda corporeizar, incluso contando con las perversiones de la ingeniería genética.
Todo el mundo necesita, pues, introducir en su vida un grado de absurdo, de irrealidad, de falta de sentido, del que Gil y Gil es un proveedor perfecto. Así que estamos jodidos, con perdón.
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