"En los concursos se trata a los cantantes como a caballos"
Ainhoa Arteta siente que ahora comienza su etapa de verdadera madurez vocal. Este verano lo está demostrando en los tres conciertos que ha programado en España, en los que actúa por primera vez junto a su marido, el barítono estadounidense Dwayne Croft, del que no se separa ni un instante.Pregunta. ¿Han elegido los conciertos en Vitoria, Segovia y Santander para actuar juntos por primera vez porque es más fácil arriesgarse cerca de casa?
Respuesta. En realidad, no, porque soy consciente de que cada vez que salgo al escenario paso un examen. En cualquier sitio de España nos miran con lupa.
P. ¿Esta experiencia les anima para convertirse en pareja profesional?
R. No. No sabíamos si queríamos actuar juntos, porque hasta ahora él cantaba y yo cuidaba de él, o yo cantaba y él cuidaba de mí. Ésta ha sido nuestra primera experiencia, y ha sido tan estupenda que estamos muy animados, pero, por supuesto, nuestras carreras son diferentes. Desde luego, en absoluto impondremos que tengamos que coincidir.
P. ¿Qué significa en este caso cuidarse?
R. Hacerse cargo de que le llegue agua, que no le molesten al otro... Cuando actuamos juntos pedimos camerino por separado, porque a mí, por ejemplo, me gusta dormir antes del concierto, y a él, no.
P. Ha ido quemando etapas. Desde que en 1990 cantó por primera vez con Plácido Domingo ha ido evolucionando. ¿Cuál es ahora el principal objetivo de su carrera?
R. Que cada cosa que haga tenga sentido, esté bien hecha y disfrute.
P. ¿Y no tiene alguna ilusión concreta?
R. No. Los colegas con los que estoy cantando son interesantes. Ya he cantado con Pavarotti, con Plácido, con Mirella Freni... Y también con otros que a lo mejor no tienen ese nombre. Lo interesante para mí es hacer algo bonito, sea con quien sea.
P. ¿El éxito de un cantante lírico se mide en función de hasta cuándo tenga ocupada su agenda?
R. Quizá en cuanto a las agencias y teatros, pero el éxito personal no tiene nada que ver con eso. Nosotros la tenemos ocupada hasta el año 2002 o 2003.
P. En España ha habido una época en que se hablaba de un gran vacío, en el que al margen de los cinco grandes nombres de la ópera no se veía más. ¿Se ha superado esa barrera?
R. Creo que ese vacío coincidió con el vacío económico en el país. Está clarísimo que España da muy buenas voces. Pero cuando el país pasó por una crisis fue más difícil. De diez años a esta parte no se puede imaginar la cantidad de jóvenes barítonos o sopranos que vienen a escuchar mis conciertos. Algunos llegarán; otros, no. Pero hace 20 años igual había muchos que querían, pero no existían medios. Me gustaría romper una lanza en favor de aquellos que intentaron salir adelante en aquella época y que se han convertido en grandísimos maestros de canto, pero no tuvieron la posibilidad.
P. ¿Quién aúpa a los grandes cantantes líricos? ¿Los empresarios, el público, la crítica?
R. Uno mismo, y también el público. He visto críticas que han aupado carreras, incluso injustamente, y otras que han destrozado carreras, también injustamente. A mí no me tocan demasiado.
P. Este año ha recibido muchos homenajes. ¿Cuándo se dio cuenta de que se había consagrado?
R. Me siento muy privilegiada, y a veces me da vergüenza porque digo: "Me lo deberían dar cuando tenga 50años; ahora, estoy casi empezando". Pero como lo hacen con tanta ilusión... Espero que jamás creen un concurso con mi nombre. Si quieren, que pongan un nombre a una calle o a una plaza, pero no a un concurso.
P. ¿Por qué?
R. Porque los odio, odio los concursos. Nos tratan a los cantantes como a caballos de competición. Y lo digo yo, que he ganado dos y que sin las competiciones no habría salido mi carrera adelante. Pero fueron traumáticos para mí. No tienen nada que ver la manera con que se nos trata en los concursos y la de más tarde, durante la carrera. Fomentan que quienes se presentan se alegren de que le pase algo malo al de al lado.
P. ¿Puede generar todo eso el tópico del divismo en la ópera?
R. En mi caso, no; me ha vuelto más humana. En el escenario sí hay que ser un poco divo, o diva, en el sentido de que interpretas un papel y que tienes que imponerte al público. Es algo así como los toros. Pero fuera del escenario el divismo significa inseguridad consigo mismo.
P. ¿Hay divos en la ópera?
R. Sí, como en todas las profesiones. Casi ningún colega con los que he trabajado actúa así. Pero no vamos a negar tampoco que sí hay algunos verdaderamente insoportables.
P. ¿Sigue conectada con la vida en España? ¿Cómo vive todo lo que ha ocurrido en los últimos meses en el País Vasco?
R. Sí. Ahora lo vivimos con mucha ilusión. Se nota otro aire en el pueblo, otra alegría. Y me gusta. Lo que más ilusión me hace es que se escuchen las opiniones. Que todo el mundo tiene una y que es necesario respetarlas.
P. Usted no guarda los tópicos físicos en la ópera, un mundo que no sabe nada de la anorexia.
R. No, pero tampoco llego a esos extremos. Aparte de que no podría ni cantar con un cuerpo tan delgado, porque no está en mi constitución. Lo ideal es estar en tus medidas naturales, estar contenta contigo misma e intentar sacar el mayor provecho de tu físico y tus formas, sin imitar a otros. Pero los modelos que sacan en las pasarelas, con chicas extradelgadas, son ficticios: han hecho mucho daño a la juventud.
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