O"Brien de Cádiz
Fue la guitarra de Sabicas la que empujó a Sean O´Brien al flamenco. Este psicólogo nacido en Antrim, una pequeña población de Irlanda del Norte, hace 52 años, no tiene ni sangre gitana ni tradición familiar que le ampare, pero sí una afición a prueba de clichés. Él lo supo cuando escuchó aquel disco. Se instaló en Cádiz hace dos años, alquiló un apartamento y se dedicó a escuchar todo el flamenco que pudo. Aún sigue en esa tarea, a la que suma la de productor: acaba de correr con los gastos del primer disco de Juan Silva, un genuino cantaor del barrio gaditano de El Mentidero que le empata en años. Como no quiere que en la transmisión de cante flamenco se pierda nada, ha traducido el disco de Juan Silva al inglés. Un trabajo que deja un remate tan apoteósico como el de la soleá que hace Silva: "¡Ay, qué te quiero / pero de lachi no te camelo!" El potencial público norteamericano podrá canturrear en la ducha: "¡Ay, how much I love you / but I am too timid to make advances!" "Me parecía injusto que un cantaor tan bueno no tuviera un disco en solitario", dice O´Brien, quien se indigna cuando escucha los lamentos de los aficionados porque no existen grabaciones de Enrique El Mellizo. "Se van a morir Silva, Santiago Donday y otros y diremos: ¡Qué pena que no hay grabaciones de ellos!" El irlandés se pregunta por la responsabilidad de las peñas flamencas y las entidades culturales. Hacía una década que O´Brien visitaba Cádiz. De hecho, se considera un gaditano de El Mentidero. Le bastó prejubilarse como jefe del departamento de informática de la biblioteca médica de la Universidad de Queen´s, en Belfast, para dedicar el resto de su tiempo a su afición favorita. Junto a su amigo John Flanigan fundó una peña flamenca en Irlanda, la única que existe, según le consta, y dejó la guitarra eléctrica para atreverse con la flamenca. No falló en su elección: le compró una a Gerundino Fernández, en Almería. Le costó 700.000 pesetas. "La soleá siempre la he tocado bien, pero las bulerías se me atascan", dice O´Brien, autodidacta y apasionado, a quien Silva reconoce como "un buen entendido". Sin complejos, opina de lo que tiene claro y calla sobre lo que duda. "El flamenco es un misterio: cómo es posible que a quien no entiende nada de español le llegue tan profundo. Es, en el fondo, el camino inverso al del blues". Eso sí, pide que se le quite la etiqueta a lo que "erróneamente se llama nuevo flamenco o flamenco joven". "Está bien lo que hacen, pero no es flamenco", dice. Le gusta infinitamente más escuchar que leer sobre el cante. "Respeto a los flamencos, pero no a los flamencólogos, que sólo hacen hablar y hablar". ¿Y qué hace un irlandés en Cádiz cuando no está escuchando flamenco?. Fundamentalmente, irse de tapas. "Me gusta el marisco, las zapatillas y los guisos". Va a la plaza, compra sus doradas frescas y se las cocina. "Dicen que los flamencos no comen. Yo no debo ser flamenco entonces", bromea. De Cádiz le gustan sus gentes, la playa de La Caleta y "algo especial" que no puede definir con exactitud. Se reserva sus sensaciones y vuelve al flamenco, que lo obsesiona. "Yo sé que en el fondo los flamencos piensan que soy un guiri que no puedo sentir nada" se lamenta. Tercia Juan Silva: "Eso no es verdad, Chon". Y remata, irónico, O´Brien: "Yo, en Irlanda, soy un gran tocaor".
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