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Gambas y joyas

DE PASADAANA L. ESCUDERO Es difícil que una gamba cocida esté fuera de lugar. Pero en la inauguración del Marbella Diamond Club les costó lo suyo entrar en los estómagos inapetentes de los millonarios anónimos que colmaban el lugar. Lo ponía de manifiesto una reputada periodista. "En una fiesta que se precie no se ponen gambas porque a la gente cursi no le gusta chuparse los dedos". Y es que el brillo de los diamantes sólo consiguió obviar la evidencia: mucha orquesta, mucha perla, pero ninguna servilleta que llevarse a la mano. Para ocultar el olor a marisco, que aunque rico carece de glamour, unas lindas señoritas repartían a la entrada rosas blancas de tallo largo para ella y una colonia Dunhill varonil para él. La familia Gómez y Molina se ha ganado la reputación con el sudor de sus joyas y no con el de la gastronomía. Y desde luego transpirar, transpiraron los que intentaron abrir un artefacto de 70 millones de los que se pueden adquirir en el nuevo local: la recreación de las cuevas de Sésamo, a la que no le bastan las palabras mágicas, sino que exige el aplauso para mostrar un estómago sin gambas, pero con mucha piedra preciosa. El Diamond Club es una "joyería normal", según Miguel Gómez, el vástago del mineral. Pero, como los mariscos, el club tiene un punto de exquisitez. Han hecho una selección de 1.000 personas VIP que contarán con innumerables ventajas. Antonio Banderas o el jeque Ashmawi han sido dos de los agraciados y podrán, por ejemplo, acudir a una jornada selecta para que no sé quién, pero alguien famoso en cualquier caso, les enseñe a capar los puros sin temor. Pero también serán los primeros del mundo en poder adquirir alguno de los productos y ya se sabe el valor que tiene la primicia. Si a usted le atraen las condiciones de tan selecto club pero no le ha llegado el formulario de admisión, olvídese porque en este círculo, a pesar de los pequeños errores que pueda cometer, o le eligen o queda excluido. El dueño es tajante y claro al respecto: "Aquí no se puede pagar por ser miembro". A la intuición y a la experiencia, sin embargo, les cuesta renunciar a la idea de que haya algo en este mundo podrido de pelas -al marbellí, me refiero- que no se pueda comprar.

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