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CICLISMO Tour

Fiesta española en los Pirineos

El mayor triunfo de Escartín coincidió con el protagonismo constante de los corredores españoles en la etapa

Carlos Arribas

Don Salvador Escartín, de Biescas, carpintero, tiene a su espalda un gigantesco Fernando Escartín, de Biescas, ciclista. Mide, por lo menos, 10 metros de ancho y casi cinco de alto. Es una pantalla gigante. Está instalada en la meta de Piau Engaly. Un corredor solo, máscara de sufrimiento, rictus de dolor, doblado y retorcido sobre tres tubos y dos ruedas. No hay más imagen.No hay mayor motivo de felicidad, quizás no lo haya nunca, para don Salvador Escartín, de Biescas (Huesca), de oficio padre de ciclista también. Lo que pasa ante él a toda velocidad, mientras espera a escasos metros de la línea de meta a que su hijo aparezca en carne y hueso para estrujarlo y mezclar sus lágrimas con el sudor del deportista, no es, en el fondo, nada extraordinario. Esa imagen, multiplicada por el estruendo de los altavoces que en francés anuncian la inevitable victoria del "grimpeur (escalador) más grimpeur, del prototipo de la raza de grimpeurs nacida del Tour de Francia", no es para el padre más que el final lógico de una intuición que nació el día anterior, en el hotel de Saint Gaudens donde su hijo pasó el día de descanso y que le condujo a coger el coche a las seis de la mañana en Biescas para subir por el túnel de Bielsa prontito y aparecer enseguida por el otro lado de los Pirineos allí, en Piau Engaly, subiendo desde Saint Lary, en el lugar donde Fernando Escartín iba a culminar su carrera. "Me dijo que ésta era su etapa, y me lo dijo con tal mirada de seguridad, con tal convicción, que no dudé que así sería. Y yo no me lo podía perder".

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Fernando Escartín, de la raza de los escaladores. Sinónimo de sufrimiento y de dolor. Duelen sus pedaladas. Se sufre viéndole sufrir. El último hombre Tour del ciclismo español. 45º en su primer Tour, en 1992; 30º en 1993; 12º en 1994; 7º en 1995; 8º en 1996; 5º en 1997. Nunca en el podio, por ahora. Nuestro Zoetemelk. Siempre allí. Siempre entre los primeros en todas las etapas de montaña. Cuarto en Cluses 93; cuarto en Cauterets 95; sexto en Alpe d"Huez 95; tercero en Alpe d"Huez 99; séptimo en Sestriere 96; tercero en Sestriere 99; séptimo en Pamplona 96; octavo en Les Arcs 96; tercero en Courchevel 97; séptimo en Loudenvielle 97; octavo en Ordino 97; tercero en Deux Alpes 98; cuarto en Albertville 98; sexto en el Plateau de Beille 98; séptimo en Luchon 98. Nunca primero, hasta ayer. Ganó por fin una etapa, y de qué forma. "Y ya tiene un pie en el tercer cajón del podio". Álvaro Pino, gallego, voz baja. "Ha sido una victoria brillante. Se la tenía merecida desde hace tanto... Por fin se ha demostrado a sí mismo que era capaz de conseguirlo. Va a sacar muchísima confianza de esto". Dos veces segundo en la Vuelta, Fernando Escartín, nunca hasta ayer había ganado una etapa en una gran ronda.

"En cuanto conocí el trazado puse una cruz en esta etapa. Me conozco todos los puertos. Es mi terreno de entrenamiento". Y de victoria. Duro en el Peyresourde, un grupillo con él. Más duro en Val Louron. Solo hasta la meta. 40 kilómetros, dos subidas, una bajada, un valle. Antes, su equipo (Pascual, Pipe, Otxoa, Contreras) le abre camino. Luego él remata. "Era la táctica prevista. Y todo salió como lo habíamos pensado", explica Pino, el director del Kelme. El ideólogo del Escartín que apostó por él y por ser el líder del equipo. "Sabíamos que nuestra única oportunidad era atacar desde lejos, porque si no no abríamos el camino del podio".

Solo. Escartín, solo. Un espectáculo. "Iba pensando en tantas veces en que no he podido ganar. Iba pensando que ésta era mi única oportunidad. Iba pensando en dar el 100% de todo. En no dejarme nada dentro. Iba pensando que o la victoria o nada". Todo. Fernando Escartín, de 31 años. "Ha sido el peldaño que le faltaba a mi carrera". En la meta suenan pasodobles. Una fiesta española. Mayoría de seguidores vascos y aragoneses en las cunetas. Y en la carretera, por delante, mayoría de corredores españoles. Un altoaragonés culmina la jornada, pero antes hacen la etapa Mancebo y Odriozola, Curro García, Casero y Álvaro Galdeano; Pascual, Pipe y Otxoa; Luis Pérez, Etxebarria y Olano. Todos delante. O tirando o frenando. Atacando. Tendiendo celadas. Sufriendo. Sufriendo como José Miguel Echávarri o Eusebio Unzue, los directores del Banesto, viendo quedarse a Zülle de repente. "Vaya susto", dicen todavía. Y han pasado casi un par de horas. "De repente vimos todo perdido, pero Zülle tiene una clase increíble, cómo ha sabido reaccionar". Y sufrieron por el abandono de Beltrán, por una caída. Pero también disfrutaron viendo hacer sus primeras armas en la montaña a Mancebo, de la provincia de Ávila como Arroyo, y como Arroyo duro, de granito. Y sólo 23 años. "Cómo se ha agarrado. Ha sufrido pero ha aguantado delante". Gozando, como Javier Mínguez, viendo a su Vitalicio protagonizar también un trozo de etapa. Viendo a Casero, que hasta se permitió el lujo de atacar en montaña. Y viendo a Francisco Tomás García, Curro, también de la provincia de Ávila, como Mancebo. "Espero que Mínguez tenga ya motivos para renovarme", dice Curro. "Qué etapa más dura". De granito.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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