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Boda mediterránea en Londres

El matrimonio entre Alexia de Grecia, educadora de niños afectados por el síndrome de Down y que hoy cumple 34 años, y el arquitecto y regatista lanzaroteño Carlos Morales, de 28 años, logró reunir ayer en Londres más cabezas coronadas que la reciente boda entre Eduardo de Inglaterra y Sophie Rhys-Jones. Incluso Isabel II hizo una excepción en cuanto a su presencia en este tipo de celebraciones: tan sólo asiste a aquellas en las que los contrayentes son príncipes herederos o familia próxima. Constantino, hermano de la reina Sofía, y Ana María de Grecia quisieron que la boda de su primogénita, pese a celebrarse en la ciudad en la que residen desde su exilio en 1967, conservara el sabor mediterráneo. Detalles como los limones españoles que adornaban la ceremonia o la ensalada y el pescado que componían el menú, junto a un gratificante día soleado, acercaron a los contrayentes a sus lugares de procedencia.

23.000 flores blancas entre lirios, rosas, jazmínes, crisantemos y camelias adornaban la pequeña catedral ortodoxa de Santa Sofía. Las reducidas dimensiones del templo, al que accedieron los miembros de la realeza europea presentes, obligaron a acondicionar un recinto próximo, decorado con columnas de flores de color amarillo, para acoger al resto de invitados.

La boda de Alexia y Carlos Morales se celebró por el rito ortodoxo, en griego, español e inglés, y fue oficiada por el patriarca de esta confesión en Londres. La novia llegó puntual a la iglesia a las 11.30 a bordo de un Rolls Royce cubierto. Vestía un sencillo traje blanco de satén de línea recta, con escote en uve, manga larga y una cola de cuatro metros que partía de la cintura, diseñado por Inge Sprawson, costurera privada de su madre. Alexia eligió para su peinado un moño alto que coronaba con una tiara de brillantes perteneciente a su bisabuela y un velo de encaje. El ramo que portaba llevaba ramas de olivo procedentes del palacio de Tatoi, residencia de los monarcas antes de ser derrocados.

La familia real española al completo asistió a la ceremonia, incluido Felipe Juan Froilán, al que se pudo ver al término del enlace en brazos de su padre, el duque de Lugo. La infanta Elena volvió a llamar la atención en una ceremonia pública, esta vez por la espectacular pamela de plumas que portaba. La infanta Cristina, en avanzado estado de gestación, vestía un traje de gasa azul cielo.

Los hijos de los Reyes de España, además de su relación familiar, mantienen una estrechísima amistad con la pareja, unidos, entre otras aficiones, por la vela. La hija de Constantino y la infanta Cristina compartieron piso en Barcelona hasta la víspera del enlace entre los duques de Palma de Mallorca.

Una de las invitadas de mayor rango, para quien se reservó un lugar de honor y por cuya agenda se cambió la fecha del enlace prevista en un principio, fue Isabel II. Lucía un llamativo modelo en amarillo limón e iba acompañada por su esposo, el duque de Edimburgo, y por el príncipe Carlos, cómo no, sin Camilla. Las familias reales de Dinamarca, Noruega, Suecia, Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Jordania estuvieron asimismo representadas, destacando una vez más por su elegancia la reina Noor, viuda de Hassan.

Tras la ceremonia religiosa, en la que actuaron como padrinos el rey Constantino y Miguel Ángel, hermano del novio, y como testigos los duques de Lugo y de Palma de Mallorca, los hermanos y amigos de la pareja, se celebró una recepción en Kenwood House, un palacete propiedad del Patrimonio Nacional. El menú, típicamente griego, estaba compuesto por ensalada mediterránea, filetes de lenguado al champaña, crème brulée con frutas de verano y pastel de bodas. Alrededor de 300 invitados se acomodaron en unas carpas instaladas en los jardines de esta casa solariega de estilo neoclásico. En ellos jugaba la novia en su infancia junto a sus hermanos Pablo y Nicolás.

El jueves, Juan Carlos I tuvo un encuentro informal, "estrictamente privado" según fuentes diplomáticas, con el primer ministro británico, Tony Blair, en la residencia del embajador de España. Blair había manifestado su interés por dialogar con el Rey, tras conocerlo en Ammán con motivo de los funerales por Hussein de Jordania, fallecido el pasado mes de febrero.

Tras la boda en 1962 en Atenas entre los entonces príncipes Sofía y Juan Carlos, el enlace de ayer unió de nuevo a una princesa de Grecia y a un español, ambos residentes en Barcelona, ciudad en la que se conocieron hace años.

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