"Para dormir tenemos todo el año"
"Esta noche yo estoy aquí. Los problemillas los dejo en casa". Carmen es una vecina de Palma del Río empeñada en formar a un público nuevo para las futuras ediciones de la Feria de Teatro en el Sur. Carmen, como todos, se arma de valor para enfrentarse al calor que cae sin piedad sobre el pueblo cordobés y, flanqueada por sus dos nietas, hace acopio de teatro para todo el año. Ni corta ni perezosa, se lo contaba a su tocaya la consejera de Cultura, Carmen Calvo: "Yo no entiendo de esto, pero me gusta muchísimo y lo disfruto". El pueblo cordobés siempre ha tenido dos ferias, una en mayo y otra en agosto, pero la magia del espectáculo les ha ido restando protagonismo y ahora, cuando se habla de feria, siempre se le pone el apellido teatro. En 1998 el certamen tuvo 22.000 espectadores en un municipio con poco más de 19.000 habitantes. Salvador Blanco, el alcalde socialista que estrenó la pasada semana su tercer mandato, mima todo lo que huele a escena. Tiene claro que el día que a Ramón López se le ocurrió la idea de congregar en Palma del Río a los teatreros les tocó la lotería. "Os tengo que felicitar porque eso de que un pueblo valore, más que ninguna otra, el área de Cultura de su Ayuntamiento demuestra que aquí hay una sensibilidad especial", decía emocionado el autor y crítico de teatro Julio Martínez Velasco durante el homenaje que la feria le ofreció el martes. El ritmo tranquilo del pueblo se altera en estos días. No hay una cama libre en el término municipal y los bares y restaurantes hacen jornadas de casi 20 horas. La Hospedería de San Francisco, un monasterio fundado el mismo año que se descubrió América, se convierte en el centro de operaciones. En su patio, que el resto del año acoge a turistas europeos en busca de reposo, se levanta el último telón de la jornada, siempre, pasadas las dos y media de la madrugada. El primer espectáculo, como el recital Palabras de amor, que interpretará hoy Jesús Domínguez, comienza a las 13.00 y hay días con siete títulos. Iñaki Martínez, el responsable de la Hospedería de San Francisco, tiene que poner un poco de orden en los horarios para mantener a raya a los programadores, teatreros y periodistas. Este conocido cocinero bilbaíno da de almorzar cada día a 150 personas en el refectorio en el que antes comían en silencio los monjes. Iñaki, que el resto del año cierra antes de medianoche, disfruta estos días viendo cómo la gente amanece en su histórico bar. "Le podemos pedir a Ramón que haga una feria cada tres meses, porque cuando esto se acaba nos quedamos aburridos", dice Concha, una palmeña de 19 años a quien le gustaría que toda esta gente, "tan divertida", se empadronara en su pueblo. Romero, el propietario de un restaurante que alimenta a cualquier hora a buena parte de la prole que durante esta semana se reúne en Palma, dice que, a él, eso del teatro no le gusta mucho; prefiere el flamenco. Pero, a renglón seguido, explica cómo estuvo aquella obra que vio con su hija hace cinco años o lo que le cautivó la fuerza de la Carmen que llevó el año pasado Salvador Távora. Este hombre, como el resto de sus vecinos, es comprensivo con el horario de sesión continua que inunda el pueblo una semana de julio desde hace 16 años. La falta de horas de sueño se va acumulando pero a Carlos, que se levanta a las seis de la mañana para ir a recoger melocotones, no le pesa. "Tengo entradas para La dama de las camelias [la obra que dirige Ramón Pareja y que comenzaba ayer a la una de la madrugada] y después no me pierdo la fiesta de Canarias en la Hospedería. Para dormir tenemos todo el año".
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