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Fachada tuerta en los Jerónimos

La ampliación del Museo del Prado deja semioculta tras las nuevas oficinas de la parroquia el ala norte del templo

El preludio de la ampliación del Museo del Prado ya ha comenzado. Su primera fase consiste en despejar el espacio de su propio ensanche. Por ello, la iglesia de los Jerónimos, principal vestigio gótico de Madrid, afronta un nuevo trance. De sus cuatro fachadas, la que da al norte, sobre la calle compartida por el templo y la Real Academia Española, va a verse durante los próximos dos años parcialmente cegada por un pabellón prefabricado, que albergará dependencias parroquiales. Hasta ahora, estas viviendas y oficinas, además de su sacristía, ocupaban un ala de cuatro plantas del recinto de los Jerónimos, frente a la calle de Moreto. Pero la ampliación del Museo del Prado ha exigido, como contrapartida ofrecida al Arzobispado de Madrid, institución titular del templo, la demolición del viejo edificio de oficinas y viviendas parroquiales que hasta ahora albergaba en su fachada oriental.

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Para que sus actividades de culto auxiliares, catequesis y reuniones puedan proseguir se construye desde hace una semana el nuevo pabellón prefabricado. Con una base de ladrillo, ya fundamentada, contará con muros de bloque de hormigón celular aislante a lo largo de unos 45 metros de longitud, por seis metros de anchura y más de tres y medio de altura, todo ello bajo la fachada norte. De esta manera, este ala del templo quedará semioculta hasta la base de los grandes ventanales neogóticos que la jalonan, en tanto culminan las obras del nuevo edificio de dependencias parroquiales, con estacionamiento subterráneo de tres alturas incluido, que serán construidas sobre el solar a demoler que, hasta ahora, se alzaba en la fachada que da a la calle de Moreto.

A finales del verano, las ocho familias y los sacerdotes que habitan en el templo deberán abandonarlo e instalarse en viviendas de alquiler. El nuevo pabellón contará con sacristía, capilla, salas de reuniones y sanitarios. Las obras forman parte del convenio consensuado a finales del pasado año entre el Arzobispado y el Ministerio de Cultura, el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid y rubricado entre la Iglesia y Cultura. "No teníamos otra opción", dice Francisco Jurado Jiménez, arquitecto y restaurador de las agujas de los Jerónimos y autor de otras actuaciones efectuadas en el templo desde hace 15 años.

"Las otras tres fachadas van a verse afectadas por las obras de ampliación del Prado", comenta el arquitecto. "La fachada que da a la calle de Ruiz de Alarcón experimentará la excavación, de hasta 20 metros bajo cota, que comunicará el museo con la zona del claustro y que pasará a integrarse subterráneamente al Prado. La fachada sur, que da sobre la calle de Casado del Alisal e incluye el claustro", añade, "recibirá la mayor parte de la intervención del ensanche del museo, y por último, la fachada que da a la calle de Moreto experimentará nuestra actuación con la demolición del antiguo edificio de viviendas y dependencias parroquiales", comenta el arquitecto, autor asimismo del plan director de la iglesia de San Jerónimo el Real.

"Quiero subrayar que el pabellón es un módulo provisional. Permanecerá donde lo estamos edificando durante unos dos años. Contará con un revoco en tonos ocres y acremados, acordes con la tonalidad dominante en el templo", explica Jurado. "Tendrá asimismo una escalera metálica, de unos ocho metros de altura, para acceder al coro de la iglesia". Según señala, "el pabellón ha sido pensado para que no afee la fachada, teniendo en cuenta que no va a permanecer más que un periodo transitorio. Es fácilmente desmontable", aclara.

Según los planes de ampliación del Museo del Prado, el barrio entero de los Jerónimos, uno de los más armónicos, por su estética, de cuantos Madrid alberga, va a sufrir una transformación muy profunda. Al ensanche físico de la integración de San Jerónimo el Real se añadirá la incorporación del denominado Salón de Reinos del Museo del Ejército. El museo, uno de los más completos del mundo, será trasladado al Alcázar de Toledo. A su interior se intenta trasladar la obra de Velázquez, propósito que ha hallado fuertes rechazos.

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