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Construcción

J. FÉLIX MACHUCAA este paso llegará el día en el que, a las puertas de una obra, coloquen un cartelito con una calavera, dos tibias cruzadas y una leyenda que rece: no tocar, peligro de muerte. Como en las instalaciones eléctricas de los sesenta. En lo que va de año, el sector de la construcción sevillana ha mandado a mejor vida a doce trabajadores. Salen a dos al mes. Lo que convierte eso de poner ladrillos y alicatar cocinas en algo tan peligroso para la vida del currante como llamarse Lopera en un congreso de los biris... Doce muertos en lo que va de año son muchos muertos para un sector tan importante en la vida económica como es la construcción. Ahora resulta que la construcción no sólo es el motor que mueve a la economía; también parece que es el motor que mejor tira de las desgracias. ¿Qué está ocurriendo ahí arriba, en los andamios y en los tejados, para que un albañil se convierta en un trasunto abominable de la manzana de Newton y la ley de la gravedad? La seguridad cuesta dinero. Pero las imprudencias se pagan con la vida. Entre el dinero que escaquean los empresarios en cumplir la normativa y la prudencia relajada que exhiben los trabajadores en guardar su gracia más preciada se encuentra la respuesta que buscamos. Dicho de manera más gráfica: los empresarios se ponen las botas, pero da la impresión de que los trabajadores no son muy dados a ponerse el casco. Desde el 96 rige una de las legislaciones más avanzadas en Europa para la prevención de riesgos laborales. Pero parece que sólo es avanzada la ley. Los resultados reales de la aplicación de la misma no pueden ser más desafortunados. Aquí siempre hemos pecado de lo mismo: la letra avanza muchísimo, pero la realidad no puede ser más negra. A lo peor por eso, en otro orden de cosas, vemos sentado en el Parlamento Foral de Navarra a todo un señor asesino... Ese ladrillo legalista nos rompe el alma. Al igual que nos destroza la fe en el sistema administrativo el comprobar que de los veintitrés inspectores de Trabajo que la dirección general tiene en nómina, la mitad de los mismos se emplea en recaudaciones. El resto debería controlar que los empresarios y los trabajadores se pusieran las botas y los cascos como la ley manda.

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