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Vacaciones de la paz

450 niños saharauis llegan al aeropuerto madrileño de Barajas para pasar el verano con familias españolas

Salían en parejas, agarrados de la mano, por la puerta 1 de la terminal internacional del aeropuerto de Barajas. Parecían asustados. Tenían los ojos abiertos como platos por la cantidad de cámaras de televisión y de fotos que les apuntaban. El contraste del blanco de los ojos con su piel morena del desierto llamaba la atención. Los 450 niños saharahuis que llegaron ayer a Madrid forman parte de un contingente de 10.800, de entre 7 y 12 años, que vendrá a España en los próximos días dentro del programa Vacaciones en Paz 99, que organiza la Delegación Saharahui para España. Unos 300 niños de los que llegaron ayer se quedarán en Madrid a pasar el verano. La primera excursión se organizó en 1995. Desde entonces sólo ha fallado la del verano pasado porque se iba a celebrar el referéndum del Sáhara. Pero no se ha celebrado todavía.

El proceso de selección que emplea la Delegación Saharaui para elegir a los niños del programa de veraneo en España se basado en tres puntos: "Tienen prioridad los niños que están enfermos; luego, los que se han quedado huérfanos por la guerra, y, por último, los que sacan las mejores notas", según explicó Abdulá Ahmed, representante de delegación africana.

A los pocos días de su llegada, los niños pasan una revisión médica para ver si están enfermos. De ser así, se les cura. Incluso prolongan su estancia en España el tiempo que haga falta hasta que estén recuperados. Las cataratas y el bocio son sus enfermedades más corrientes.

Los zagales llegaron ayer con lo puesto: camisetas viejas y sandalias o deportivas gastadas. No traían equipaje. Sólo alguno acarreaba pequeñas bolsas. "En ellas traen regalos artesanales. Son sus pequeñas joyas, y aun así, las comparten. Esa actitud no tiene precio", explicó ayer Patrocinio Remedo, de 40 años, casada, sin hijos. Es una de las personas que han acogido a dos pequeños para que pasen las vacaciones en su casa.

"La adopción [temporal] es una experiencia inenarrable. Lo malo viene en el momento de la despedida. Los abrazos y besos se convierten en llantos", añade.

Los saharahuis viven en jaimas en el desierto, rodeados de arena por los cuatro costados. Es el caso de Ahmad, de 12 años, que comparte habitáculo con sus padres y sus siete hermanos. Ahmad llegó ayer por tercera vez a España. Lo que más le gusta es el fútbol. Pero allí no tiene un balón con el que jugar. Le ha acogido "la familia de Nacho", que vive en Ávila. Allí pasará el verano "jugando al fútbol con otros niños".

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Los saharauis que visitan el mundo occidental por primera vez se sorprenden por todo. "Los primeros días se los pasan con el dedo pegado al interruptor de la luz, encendiendo y apagando. Lo mismo hacen con el grifo, pero no lo tienen abierto mucho tiempo porque tienen otro concepto del agua", explicó ayer Emeterio, un policía municipal de Coslada que ya ha acogido a un par de niños.

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