Quedar séptimo no tenía recompensa

Largo tiempo ha estado el Espanyol dale que te pego para ser séptimo y, acabada la Liga siendo séptimo, resulta que el puesto no tenía premio. Pasa que el Valencia se ha metido en la Liga de Campeones como cuarto y le disputará la Copa al Atlético, que de esta manera se ha asegurado ya la UEFA, y entre uno y otro han dejado a los blanquiazules en la Intertoto y sin medio equipo: se van Toni (Atlético), Iván Helguera (Real Madrid), Pacheta (puede que al Numancia), Milosevic y seguramente Capdevila (el Atlético le ofrece un gran contrato). Un panorama delicado que no se ajusta para nada al final de curso, presidido por otra trabajada victoria frente al Oviedo, en un partido muy dividido.

Estuvo el Espanyol muy ido del partido durante largo rato. Laboró mucho y aclaró poco la cancha, bien cubierta por el Oviedo, muy cómodo desde la salida. El gol de Jaime, en una contra dibujada por Nadj y Dely Valdes, ratificó la sensación de que la jornada tenía mala pinta, tanto por lo que se veía como por lo que se decía en la grada, donde sólo llegaban malas noticias de otros campos.

Brindisi operó en cuanto pudo meterle mano al equipo. Llegado el descanso, retiró a De Lucas y Capdevila, muy distraido y discutido por la hinchada, y puso en escena a tres delanteros y a Arteaga, un zurdo exquisito. Los cambios tuvieron un efecto inmediato, y el Espanyol atrapó el empate nada más comenzar el segundo tiempo. La insistencia que puso en el remonte resultó tan ejemplar como cobarde la actitud del Oviedo, que se lo dejó hacer casi todo en un día en que se despedía Fernando Vázquez, un buen técnico al que no se le ha reconocido su faena.

Llevado por la incercia de un mes de ensueño, en que las victorias se han ido acumulando (seis consecutivas), el Espanyol ni siquiera echó de menos a Tamudo y le dio la vuelta al asunto con un gol de penalti como ocurrió en Anoeta. Asegurado el triunfo, cumplido el deber profesional, el grupo de Brindisi aguardó los demás resultados. No le acompañaron.