Goliat vence en el último segundo

El seleccionador Juan de Dios Román tiene desde ayer un motivo más para su lamento favorito: las españolas aún no engendran suficientes tiarrones de dos metros. Y probablemente tiene razón al considerar la importancia de la genética en el duelo frente a Rusia, que hizo valor su aparatoso poderío físico. En un partido dramático de principio a fin, los peones gigantescos de Vladímir Máximov se impusieron en el último segundo a los escurridizos de Román. España, de cuya categoría no ha quedado duda a lo largo del torneo, disputará mañana el bronce frente a Yugoslavia, que cayó (23-22) ante Suecia en la otra semifinal. Era bien sabido que todos los recursos de España tenían que funcionar bien para vencer a un oponente abrumador. Pero España disponía de algunas armas capaces de comprometer al que se tiene como mejor equipo del mundo. En la transición defensa-ataque Rusia suele cambiar a su fornido trío central por otro de virtuosos atacantes. Se antojaba esencial que David Barrufet siguiera siendo el mejor portero del Mundial ante estos émulos de Goliat. Y ayer estuvo bien, pero no formidable, como se requería para detener al poderorísimo ataque de los rusos, cuyo pivote, Torgovánov, sí demostró en cambio su enorme clase al convertir en gol casi todo lo que le llegó. Torgovánov complicó la existencia de la defensa española durante todo el partido. Fue un boquete muy difícil de taponar. En el juego de ataque de España,había un jugador a observar en un partido de gran exigencia. Además de los zambombazos de Lozano, que martirizó a los rusos durante tres cuartas partes del duelo, Román tenía como alfil escondido a Entrerríos para penetrar por los huecos que dejaban los fortachones. Pero Entrerríos, un genio en ciernes, acusó ayer su falta de experiencia: sus manos parecían flanes, no encontraba su sitio.

Sin embargo, había motivos para el optimismo, como apuntó el entrenador del Barcelona, Valero Rivera, durante el descanso: "Paradójicamente, el partido va bien para España desde el punto de vista táctico. Nos falta abrir más el juego al atacar para que la baza de Shepkin no sea la única".

La reanudación no pudo ser mejor. A pesar de contar con un jugador más durante los primeros 30 segundos, los rusos perdieron el primer balón y sufrieron dos exclusiones a continuación, que España aprovechó para dar un vuelco: 13-11 a los 5 minutos. Aunque los rusos empataron (13-13), sólo consiguieron meter tres penaltis hasta el minuto 12. Su máquina ofensiva atascaba ante el muro español, y la defensiva también chirriaba.

Pero no dejaba de ser una máquina. A base de potencia, Rusia obligaba a cometer penaltis una y otra vez, y Kokchárov era implacable ante Barrufet. Así se llegó a la máxima tensión: 21-20 para España a falta de cuatro minutos, y con el balón en la mano. Pero fallaron los nervios y la precisión. A falta de diez segundos, y con el marcador en tablas, Urdangarín perdió el balón tontamente, el portero Lávrov lanzó una bola de contraataque a Kokchárov, Barrufet chocó violentamente con él y recibió la tarjeta roja. Al saque de la falta, el gigante Tutchkin lanzó uno de sus pepinazos, que Fort no pudo parar. Fue el jaque mortal.