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Reportaje:

"Matinée" políticamente correcta

La de ayer fue una matinée políticamente correcta. Color gris difuso, ni demasiado brillante, ni demasiado opaco. Aire quieto, como si se hubiera conjurado para no molestar con extemporáneas agitaciones. El silencio se había espesado en la ciudad muy por encima de un domingo normal. Por los barrios, misteriosamente libres de motores, menudeaban desde primera hora los breves paseos hacia los colegios electorales. La franja horaria que los candidatos y líderes políticos escogieron mayoritariamente para ir a votar se situó entre las diez y las doce de la mañana. De nuevo se impuso la mesura: ni demasiado pronto para no exhibir una precipitación impropia, ni demasiado tarde para no comunicar un indebido desapego a la urna. El tópico conceptualiza el día de elecciones como la "fiesta de la democracia". Ayer, el primero en hacer uso de esta expresión fue el candidato del PP, Santiago Fisas, que acudió a votar a las 10.30 horas en el Casal de Sarrià de la Quinta Santa Amèlia, acompañado por un sobrino suyo de 16 años. Con esa punta de inocencia que a la postre le ha llevado a hacer una buena campaña, Fisas se sinceró ante los micrófonos: "Votarme a mí mismo ha sido muy emocionante". Poco después de Fisas, acudía a su colegio de la calle de Vallmajor, junto a la Via Augusta, Joaquim Molins, aspirante por Convergència i Unió. Iba acompañado de su esposa y de una de sus hijas. Despejado de corbata, muy tranquilo, se congratulaba de la climatología: "Ni llueve ni hace sol. En principio es el día perfecto para una gran participación". Molins pensaba acto seguido acudir a visitar a su compañero de lista y padre reciente, Josep Miró i Ardèvol. Joan Clos se personaba en el colegio del Sagrado Corazón, en la calle de Casp, poco después de las once. Armado con una impecable corbata firmada por Toni Miró, el alcalde, tras depositar su voto, procedía ordenadamente a hacer declaraciones. Primero, para las radios en catalán. Luego, para las radios en castellano. Acto seguido, para las televisiones. "Esperar": esa fue la consigna que repitió en una y otra lengua. Esperar a la noche, momento en que hablarían por él los resultados. Clos no quería programarse para esa espera. Prefería abandonarse a la indolencia del domingo. Por de pronto: "¿Alguien se viene a tomar un café?". Y allí estaba Clos, con su mujer y unos cuantos amigos, en la terraza del Bracafé, huyendo hasta donde podía de la actualidad, hojeando los diarios pero sin detenerse en ninguna página concreta. La actualidad ya regresaría por ella misma, y de manera frenética, a partir de la última hora de la tarde. El más madrugador, tanto que rompió esquemas, fue el candidato de Esquerra Unida i Alternativa, Jordi Gasull: se personó ante su colegio del barrio de Gràcia a las 8.30, por lo que tuvo que esperar media hora a la apertura. Fue el único de los candidatos que se declaró "nervioso" por conocer los resultados. Inasequible al cansancio, con la fiabilidad de un motor diesel, tras votar, él pensaba visitar varias sedes electorales para pulsar en directo el ambiente. La única candidata que no pudo optar por sí misma, circunstancia que calificó de "divertida", fue la líder del Partit per la Independència, Pilar Rahola. Su empadronamiento en Badalona le impidió, por segunda vez en unas elecciones, ejercer el voto narciso. Sus hijos, Sira y Noé, la escoltaban. Imma Mayol, que votaba en Gràcia como Gasull y lo hizo acompañada de sus dos hijos, como Rahola, y de su compañero, Joan Saura, acudió a votar poco después del mediodía. Acatarrada, la cabeza de lista por Barcelona de IC-V insistió en la festividad laica de la jornada de ayer. Pensaba tumbarse a leer y descansar hasta que los resultados la reclamasen. El único que se atrevió al vaticinio fue Jordi Portabella, candidato de Esquerra Republicana de Catalunya: "Volveremos a estar en el Ayuntamiento, del que nunca hubiéramos tenido que estar ausentes". Lo dijo en el Eixample, a la salida de la Escola Roser de la calle de Mallorca.

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