Más difícil todavía
Formaba parte de una clase teórico-práctica de un curso de siete días sobre formación en personas con discapacidad que la asociación de minusválidos Verdiblanca clausuró ayer. Después de horas invertidas en transmitir a unos 25 voluntarios nociones relativas a patologías en personas con discapacidad, concepto de barreras arquitectónicas, experiencias del voluntariado, funciones asistenciales o derechos y deberes del voluntario, el recorrido, por grupos, en sillas de ruedas completaba el programa. No consistía en un mero paseo sino en "vivir" la ciudad, disfrutarla con sencillas y cotidianas prácticas realizadas diariamente por cualquier individuo. El 50% de las pretensiones se vieron frustradas por la inadecuada adaptación de comercios, locales y vías públicas para facilitar la circulación y accesos de personas en sillas de rueda a estos lugares. Un 25% se logró con el esfuerzo añadido de luchar contra las constantes agresiones a los derechos de este colectivo. El otro 25% se culminó con éxito y la ayuda (siempre ofrecida, no solicitada) de transeúntes, encargados de establecimientos y comerciantes. "¡Madre, qué miedo!", balbuceaba Leo, una de las voluntarias, que era conducida por Pili, su compañera. Se encontraban en una calle con algo de pendiente. "Ese miedo lo lleva toda persona en una silla de ruedas. Tú tienes que transmitirles seguridad y demostrar que puedes controlar cualquier imprevisto desde la silla de ruedas", espetó al grupo la coordinadora del área de voluntariado, María del Mar Ureña. En ese momento se dirigían al ambulatorio de la céntrica calle de San Leonardo. Un bar de la calle copa de maceteros en línea el tramo de calzada (que es paso de cebra) que coincide con sus metros de fachada. Las sillas intentan sortear las plantas y subir a la acera. "No, no, ¿qué hacéis? Esto es un paso de peatones y debe estar libre. Entrad al bar y pedirle al dueño que por favor, retire los obstáculos que nos impiden circular", aconseja la monitora. Al instante sale un chaval que, sin mirar a los presentes, retira las macetas a puntapiés, las agolpa a un lado y se vuelve a meter en el bar dando un portazo. Al llegar al lugar previsto, el ambulatorio, tres escalones a la entrada impiden el acceso de estos minusválidos ficticios. "A este centro es imposible acceder a no ser que la persona venga con dos acompañantes. Tendría que cambiarse de centro", apunta Ureña. La actividad concluye con un balance positivo de los alumnos, que reconocen haberse percatado del "daño" infligido al colectivo de minusválidos en las acciones cotidianas. La ley de atención a personas con discapacidad, de reciente aprobación, dispone sanciones a la Administración y locales que presenten barreras arquitectónicas. Eso sí, siempre y cuando sean posteriores a dicha ley.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.