_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Strip-tease" de pros y contras XAVIER BRU DE SALA

Cinco partidos con posibilidades de estar en el pleno del cap i casal y los cinco estrenan cabeza de cartel. Para que digan luego -igualmente lo diré- que mandan siempre los mismos, que nada se mueve en Cataluña, que estamos políticamente estancados, etcétera. Si todo les va igual o a poco que mejoren, los socialistas dirán que ya tienen más de media Generalitat conquistada. Tal vez. Los ánimos psicológicos son inconmensurables, además de imprescindibles. Pero durante largo tiempo el PSC ganaba por mucho más que ahora en la capital, y esas victorias no impedían las abultadas mayorías de CiU en el país. Parece pues, a la luz de la experiencia acumulada, que la ley del equilibrio y el reparto del poder en las dos grandes instituciones catalanas es más fuerte que la del traslado de la euforia entre convocatorias electorales. Algún día tendrá que cambiar, claro, pero si los socialistas mejoran sus últimos resultados en Barcelona, más de un aguafiestas contraatacará luego argumentando que hasta el recién estrenado Clos supera el pequeño tirón del mítico Maragall. Todo tiene sus pros y sus peros. Al contrario de Molins, Clos cuenta con innumerables bazas a favor y una en contra. Al muy endeble Fisas le sostienen, como dos muletas, el buen momento del PP y el exhibicionismo nacionalista -impúdico y postizo para más inri- del candidato convergente. Mayol y Portabella se encuentran al borde de la salvación. Rahola lucha con tanta energía que, aun cayendo, podría no quedar personalmente fuera de combate. Hay razones para votar y para no votar a cada uno de los candidatos. Veámoslo con algún detalle. Qué duda cabe sobre las mejoras de Barcelona. Menos los técnicos de tráfico y vialidad, que suspenden, el conjunto de la actuación municipal merece notas que van del excelente al aprobado alto. El alcalde Clos, hasta anteayer insulso, ya empieza a notar los efectos benéficos del carisma (recuérdese la ley del tiramisú: todo cuerpo humano depositado en una bandeja de poder se empapa del carisma contenido en ella, más pronto o más tarde según su porosidad). En esas resumidas circunstancias, Clos podría rozar la mayoría absoluta. No habría razones para no votarle, de no ser que su continuidad en la alcaldía supondría rozar los tres decenios de consistorio monocolor. Mala noticia para la alternancia. Clos cuenta con muchas de mis simpatías, pero no le votaré, sobre todo por eso. Molins era de los transversales y se ha pasado al oscurantismo (la presencia de Magda Oranich tras él no compensa la inclusión de Miró Ardèvol y Oriol Pujol en su lista). Como antes, en la época de Centristes de Catalunya, fue de lo contrario, cabe suponerle abundancia de realismo y escasez ideológica, lo cual es bastante positivo para quienes no duden de la fama de buen gestor que le acompaña. Si CiU obtuviera un buen resultado, Pujol se llevaría un susto -no de muerte, pero susto- y sus masovers se echarían a temblar. Lo cual levantaría, aunque de rebote, los ánimos decaídos de los transversales de CDC. Pero, además de su excesiva adaptación a la brisa reinante en su campo y sus compañías, cuenta contra Molins una pésima campaña, trufada de promesas de distinto calibre y muy desigual interés y credibilidad. Parece como si hubiera ido al súper a llenar el carro, como si él, que no paga, fuera el cliente, cuando la norma elemental sostiene que los candidatos deben lucir en las estanterías, a ver si los electores les prefieren. Además, ha despreciado totalmente mi terreno de la cultura. Tampoco le votaré. La cosa se pone, pues, difícil. Me fastidia la demonización del PP a cargo de convergentes y socialistas, pero eso no basta. ¿Alguna razón para votar a Fisas? Él, o cualquier otra máscara parlante que estuviera en su lugar, sería el mejor voto contra los excesos nacionalistas del Pacte de Barcelona, la ley de Pujals and company, pero prefiero combatirlos por otras vías. No soy nada partidario de la abstención y preferiría votar en blanco antes que llevarme el disgusto de tirar el voto. ¡Maldito listón del 5%! Eso descarta a Rahola. No he votado nunca a IC ni a ERC, por lo que la novedad espanta. Ambos dicen que van a salir, fijo, pero que el otro no saldrá. ¿A quién creer, si los dos últimos sondeos se contradecían en este punto? En más de una ocasión me he declarado a favor de España -mi España- y contra la independencia. Si fuera un pequeño Vulcano, fundiría a IC e incorporaría sus mejores metales a ERC, al tiempo que descartaría su ganga irredenta, pero no lo soy. Decida lo que decida, voy a votar en contra de alguno de mis principios o de mis argumentos más queridos. ¿No fue precipitado el descarte de los dos grandes? El tiempo de la reflexión se acaba, como el espacio del artículo, y no hay tiempo de volver a empezar. ¿Mayol o Portabella? Estoy a favor de la bicicleta, incluidos los remontadores que propone ERC, y contra el oscurantismo sobre los productos transgénicos que ha abonado IC en su campaña. Así que, consciente de que ni Barcelona ni yo nos jugamos mucho en estas elecciones, votaré a Portabella, pero de puntillas. Aunque luego no iré diciendo, como el progre de Tabucchi, que los intelectuales somos más de fiar que el resto de los mortales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_