Vino, caballos y Pacheco
El alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, se presenta por sexta vez como seguro ganador tras 20 años de gestión
La imagen tradicional de Jerez de la Frontera (Cádiz), con casi 200.000 habitantes, es la de sus vinos y caballos, pero desde hace 20 años también forma parte de la estampa su alcalde, Pedro Pacheco, popular y populista, polémico y polemista. Tan convencido está de su simbiosis con la ciudad que gobierna desde que tenía 30 años -ahora suma 50- que el lema con el que acude a la campaña por el Partido Andalucista (PA) resulta un pelín altanero: ¿Quién si no? Y es que la prudencia y el recato no se cuentan entre las cualidades del veterano regidor, coronado con cierta notoriedad nacional cuando dijo, como quien no quiere la cosa, eso de que "la justicia es un cachondeo" o cuando se empecinó en echar abajo parte del chalé de Bertín Osborne. La frase le valió una condena, revocada por el Tribunal Supremo, y el ático del artista cayó el año pasado, aunque para entonces Osborne, divorciado de su esposa, no era ya su dueño.Hijo de un guarda de la fábrica de botellas de Jerez y licenciado en Derecho en Sevilla, cuando Felipe González daba clase y Manuel Chaves era delegado, Pacheco combina sus labores de alcalde con la portavocía de su partido en el Parlamento andaluz, más atemperada al entrar el PA en el Gobierno de la comunidad en coalición con el PSOE. Corre a diario y hace dos maratones al año. Le encanta el tango de Gardel: "Veinte años no son nada y no pongo límites a mi candidatura".
En 20 años el andalucista ha logrado una fuerte presencia en los sectores productivos y sociales a costa de empresas municipales, convenios, programas y proyectos de relumbrón como el Circuito de Velocidad. Se dice, incluso desde las filas contrarias, que su política de asuntos sociales es avanzada y que ha salido airoso del problema de la vivienda.
Sus adversarios le atribuyen un carácter megalómano y prepotente, pero en privado destacan su visión política extraordinaria en el corto plazo y sus especiales dotes para ir a lo práctico y pactar con quien sea con tal de sacar adelante lo que se propone.
La predilección por las empresas de envergadura le creó cierta leyenda de morosidad en la Junta de Andalucía, pero él lo desmiente: "Eso es envidia. La Junta no se ha destacado por su ayuda a Jerez, ni tampoco el Gobierno central". Lo que no niega es la arriesgada política crediticia con la que ha financiado la transformación de Jerez, algo que se ajusta a uno de los pilares de su ideario: el de que el sector público debe ser un motor y no caer "en la tecnocracia de los gerentes".
El chalé de Osborne no ha sido el único que se ha desmoronado bajo las palas municipales de Jerez por incumplir las normas urbanísticas. Muchos tuvieron el mismo destino, pero no tanta celebridad. Pacheco no se arrepiente de haber tirado ninguna casa -"lo que se debe hacer hay que hacerlo con todas sus consecuencias", argumenta con su estilo bizarro- pero, a estas alturas de su larga carrera, ha rubricado un acuerdo para salvar de la piqueta las viviendas ilegales que quedan. Y, si se le pregunta por el momento más dulce de su gestión, elige el derrumbe, en 1981, de un "mamotreto" de cuatro años de antigüedad en el interior de la alcazaba árabe: "Le dimos un uso cultural a la Goma 2 y hoy aquello es un jardín arqueológico increíble".
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