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La reválida del "jazzman"

El saxofonista y clarinetista Andrzej Olejniczak (Zdunska-Wola, 1954) se hizo acreedor, en su Polonia natal, a varios premios de jazz por su pericia instrumental. Sin embargo, en España (en 1984 fijó su residencia en el barrio getxotarra de Algorta) es casi más conocido por sus colaboraciones con formaciones y artistas como La Orquesta Mondragón y Mecano. Éstos le han reclamado en su faceta de músico de sesión, ocupación en ocasiones frustrante al tener que ceñirse a lo que le piden, a una partitura. "Siendo músico profesional, tienes de alguna manera que asumir que te han ofrecido una cantidad de dinero y que ése es el papel que tienes que desarrollar en la música", se consuela. Reivindicándose nuevamente como jazzman, acaba de poner en circulación Cycle man (Satchmo Jazz), un disco firmado por el Andrzej Olejniczak Quartet en cuya hora de duración caben ocho extensos ejercicios de improvisación que abarcan desde el jazz desbocado a la serenata. Con él sus aspiraciones son modestas. "Según la crítica, el anterior fue el segundo mejor disco de jazz de 1994, y se han vendido 1.000 ejemplares. Entonces, lo primero que espero es que se vendan más de 1.000", ironiza un artista que iba para pianista. "A los seis años empecé con el piano y llegó un momento en el que la profesora me dijo que no podía enseñarme más y que tenía que ir a una ciudad más grande. Lo hice, y allí me dijeron que con el piano estaba un poco atrasado, en cuanto a programas y obras, y que me vendría mejor escoger otro instrumento. Con diez años ya tocaba cosas de Elvis Presley, boogie boogie,... entonces, como ya me gustaba tocar música pop, me recomendaron que aprendiese un poco de clarinete, porque después podría tocar saxo y ese tipo de cosas. Empecé con él casi a la fuerza, pero me ha gustado", confiesa. Pese a afirmar que "no existe la posibilidad de ganarse la vida con el jazz en Euskadi", no se atreve a afirmar categóricamente que la forma de entender y de apoyar el jazz sea muy diferente con respecto a Polonia, "donde es una música muy considera". Sin embargo, sí destapa cierta falta de afición. "Creo que si alguien quiere aprender y escuchar jazz, es igual en cualquier parte del mundo. Pero aquí he visto una cosa muy extraña: durante el verano acude todo el mundo a los festivales de jazz y, luego, el único club de jazz estable que existe en Vizcaya, Bilbaina Jazz Club, tiene pocos socios. Vas un jueves, de repente, y te encuentras sólo 15 personas". Olejniczak cree conocer la solución a dicha paradoja: "Hace falta más promoción para el jazz. La música pop o rock se defiende por sí sola, porque tiene público; la música clásica se defiende porque está apoyada por el Gobierno, al ser cultura con mayúsculas, y el jazz está ahí en el medio, escondido. A la hora de conseguir una subvención para un concierto, si dices que es de jazz, a nadie le interesa", asegura el músico, que actualmente imparte clases de saxofón y clarinete en el Conservatorio de Leioa.

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