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ELECCIONES EN SURÁFRICA

Los primeros resultados apuntan a una clara victoria del partido de Mandela en Suráfrica

Cerca de 18 millones de surafricanos acudieron ayer a depositar su voto en las segundas elecciones multirraciales de su historia. Aunque no existe el ambiente de euforia de 1994, las colas en los colegios electorales del interior comenzaron a formarse seis horas antes de su apertura. El Congreso Nacional Africano (ANC) es el favorito. Esta madrugada, con el 7,5% de los votos escrutados, el ANC lograba el 50,4% de apoyo, aunque su objetivo es superar el 62,6% de 1994. Las medidas de seguridad lograron reducir los incidentes, pese a ello hay noticias de tres muertos en Johanesburgo.

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La importancia del dato conocido esta madrugada, ese 50,4% de los votos logrado por el ANC, es que los votos escrutados corresponden a las grandes ciudades, cuando el partido de Mandela tiene mayor influencia en las zonas rurales y en los suburbios. En cualquier caso, la participación es el factor decisivo en estos comicios. A las cinco de la tarde había votado el 25% de los 18 millones de inscritos. La Comisión Electoral Independiente (IEC) prorrogó anoche unas horas el cierre de los colegios. En estos comicios no se juega tanto el nombre del vencedor -todos dan por seguro que será el ANC de Nelson Mandela y Thabo Mbeki- como el porcentaje de los votos. Las dos agrupaciones blancas, el Nuevo Partido Nacional (NNP), heredero del apartheid, y el Partido Democrático (DP) de Tony Leon, han movilizado a sus seguidores y simpatizantes con un objetivo: impedir que el ANC logre los dos tercios de los 400 diputados del Parlamento. "Si lo consiguen, tendremos Mbeki de por vida". Es un mensaje que trata de evitar que muchos de los 4,4 millones de blancos (un 10,9%) de la población opten por la abstención. Mbeki tiene también sus objetivos: superar el 62,6% de los votos que logró el ANC en 1994 con Nelson Mandela al frente y vencer en las 10 provincias en las que está dividida Suráfrica. En dos de ellas, la lucha es cerrada: Cabo-occidental, donde el partido de Tony Leon puede ser la gran sorpresa, y en Kwazulu-Natal, donde el Partido Inkata, de Mangosuthu Buthelizi -que representa a la mayoría zulú de esa provincia-, ha sido siempre un formidable rival. Inkata y el ANC no siempre han dirimido sus diferencias en las urnas. Ambos arrastran una guerra civil que en los ochenta costó la vida a 20.000 personas. El escrutinio era lento por la decisión de la IEC de mantener las urnas abiertas durante la noche para evitar incidentes. Para un país del tamaño de Alemania, Francia, Italia, Bélgica y Holanda juntos, estas elecciones representan un difícil reto logístico. La violencia, que era uno de los temores esenciales, ha pasado casi inadvertida. Sólo hay noticia de tres muertos en el norte de Johanesburgo, una de las ciudades más peligrosas de toda África. El dispositivo policial (más de 100.000 hombres) y el clima político, menos apasionado que hace cinco años, han marcado la diferencia con 1994, cuando hubo 2.000 muertos. Mandela, que abandona la política activa, puede estar satisfecho. Su llamamiento a la calma del día anterior ha sido escuchado. El prestigio intacto Su sucesor en la presidencia, Thabo Mbeki, deberá manejar el peso de la figura histórica de Mandela, uno de los pocos líderes africanos -y mundiales- (Julius Nyerere es el otro) que dejan el poder con su prestigio intacto. Mbeki hereda un país en marcha, sin leyes de segregación racial, pero con las cuatro principales comunidades divididas en cuatro mundos con escaso contacto. Negros (el 76% de la población), blancos y mestizos (que juntos alcanzan el 20%) y los indios, apenas un millón de personas. Por eso, uno de sus retos será generar un sentimiento nacional. La economía depende de ello. Los blancos son una fuerza esencial. Controlan la economía y son el baremo de estabilidad para las inversiones extranjeras. El paro endémico en Suráfrica, que afecta al 40% de la población, es un elemento menor para ellos, pues sólo les afecta al 4%. El fantasma de Robert Mugabe, el presidente de Zimbaue, que tras alcanzar el poder quiso arrebatar a los blancos de la antigua Rodesia muchas de sus granjas, pesa en la memoria. Por eso, uno de los últimos gestos de Mbeki en la campaña electoral fue garantizarles su futuro. Esta minoría blanca tiene ante sí dos opciones políticas. El NNP, contaminado con el pasado del sistema de segregación racial, que en las últimas elecciones alcanzó el 20% de los votos y quedó en segundo lugar. Y el DP de Tony Leon, una fuerza emergente con un mensaje enfocado más al futuro y en la necesidad de tener un contrapeso al ANC en el Parlamento. Las encuestas y la mayoría de los analistas preven un cataclismo electoral para el NNP, que podría quedar por debajo del 10% y ceder el puesto de primer partido de la oposición a Leon. Todo dependerá, como en 1994, del voto de los mestizos, que rechazan la supremacía del partido de Nelson Mandela.

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