Carta
Querido amigo Borrell. Te imagino escocido, pero gozando tu liberación más contento que unas pascuas. Algunos creen que presidir una nación es como presidir un club de fútbol. No les falta razón, pero un club tan histérico, sentimental y beocio como el nuestro ha de ser cosa reservada para estómagos de hormigón. Los de Fraga, Pujol o González, por ejemplo, capaces de digerirlo todo. Ahora bien, una vez descargado de esa faena, no es inevitable que te dediques a la lírica. Desde el margen, y recordando el apoyo que en tu día recibiste, puedes emplearte en algo quizá más importante que presidir una nación. Tú ya sabes que no hay ciudadano más conservador, misoneísta y satisfecho de sí mismo que el político con cargo. E incluso sin cargo. Los partidos son limbos tan ajenos al mundo como la Conferencia Episcopal, y en consecuencia, sólo los políticos escuchan lo que dicen los políticos, del mismo modo que los obispos sólo hablan para obispos. Ese ostracismo es perfectamente comprensible en aquellos partidos cuya tarea es canalizar negocios. Pero el PSOE, digo yo, todavía no debe de estar totalmente controlado por las jerarquías financieras. A lo mejor aún podéis aspirar a que la gente crea durante unos años que alguien les escucha. En Italia, ya sabes, la población no lo cree, vive al margen de la gigantesca trama formada por mafias llamadas "partidos", paga su billón anual a los políticos para que les dejen en paz, y luego se organizan evitando a la Administración. Parece que vamos hacia el modelo italiano a toda velocidad. Pero quizás aún quede alguien en el PSOE que no desee verlo convertido en un Sindicato Profesional de Políticos Socialistas. O quizá ya no, y entonces, en efecto, es mejor dedicarse a la lírica o abrir despacho. En todo caso, suerte y salud.
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