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Entrevista:

"La generación del pelo largo ha ido a parar a la perplejidad"

Luis García Montero (Granada, 1958) vive a caballo de Madrid y su ciudad natal, de la poesía y la docencia universitaria. Con un currículo lustroso de poemarios y galardones -incluido el Nacional de Poesía, en 1994-, llega hoy jueves a Fuenlabrada para tomarse un café con los lectores y hablar de su libro Completamente viernes. En su centenar largo de páginas se entrecruzan temas eternos, como el amor, la muerte y la vejez, con inspiraciones más actuales como el coche, el teléfono o, aun, la M-30. El aliento de la ciudad ambienta gran parte del libro, una ciudad de gentes ocupadas, portales oscuros con pareja de novios, plazas descompuestas, cines de barrio y taquilleras muy pintadas. No en vano, el poeta opina que el hombre es "la consecuencia de las ciudades".Pregunta. La televisión o el teléfono, ¿son los actuales enemigos de la poesía?

Respuesta. Creo que no. La poesía tiene que estar siempre viva y vivir con los sentimientos, las costumbres y la inteligencia del ser humano, y del mismo modo que no se puede entender hoy la vida sin televisión o sin tráfico, tampoco se puede entender la poesía de finales del siglo XX. Creo que la tecnología y los avances científicos no están reñidos con las humanidades.

P. En sus poemas asoma hasta la carretera M-30, ¿es la hora de hacer poesía urbana?

R. Desde Bécquer en España y Baudelaire en la literatura francesa y la poesía europea, el poeta es un ser urbano, una conciencia urbana. Incluso cuando los poetas hablan del campo, lo hacen con una idea propia de los hombres de ciudad. La ciudad es un gran tema, porque ha cargado de ironía cualquier reflexión sobre la vida.

P. Entonces, ¿el problema de Barajas merecería un poema?

R. El problema de Barajas es digno de perder los nervios y, al mismo tiempo, ayuda a los poetas a tener los pies en el suelo, a no irse demasiado por las nubes y a transitar por la realidad.

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P. ¿Dónde ha ido a parar la generación de pelo largo, humo y futuro dudoso? R. A la perplejidad. Mi generación aprendió a escribir en mayúscula palabras como Política, y ver ahora reducida la política a un intercambio de insultos, a decir "yo robo, pero tú lo hiciste más, así que cállate", eso lleva a la perplejidad. Siento melancolía de esa generación, pero no como algo que se ha quedado en el baúl de los recuerdos sino como algo que hay que seguir reivindicando.

P. Usted dice que anochece distinto en cada ciudad, ¿cómo sucede en Madrid?

R. De un modo impresionante. A mí me gusta la noche madrileña porque tengo muy buenos amigos y la noche significa reunirse para cenar, tomar una copa y hablar largamente de poesía, de la vida, de política... La noche de Madrid es muy humana, porque es posible la conversación.

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