El violador
E. CERDÁN TATO Le excitaban las convulsiones de aquella carne tersa y frutal que exhalaba un ardiente aroma a cacao, a guayaba, a sudor acre, mientras su mano invadía un sexo purpúreo y húmedo como un amanecer en los manglares; y hurgó hasta las más cegadoras galerías del placer. Se irguió triunfalmente cuando su presa quedó exhausta en sus brazos y apenas si pudo emitir un sollozo de impotencia. La depositó sobre el banco de cemento, le desabotonó la blusa, hincó su dentadura de lobo en unos pechos tallados en palo de rosa y la cubrió con los pútridos humores de sus testículos. El orgasmo fue la coronación del dios creador de un universo de penumbra y envilecimiento. Cuando el sujeto, después de contemplar la carne ya usada, cerró la puerta del calabozo, miró a sus cómplices subidos a la copa de los archivos, y se relamió el hocico. Luego, se caló la gorra y patrulló la ciudad escrutando el rostro de los peatones: en cada uno, adivinaba al asesino, al homosexual, al terrorista, al navajero, al enemigo que siempre acecha en la acera, en las escaleras del metro, en el viejo banco de una alameda. Sólo se sabía a salvo en la comisaría y en la sala del crimen. El fiscal no encontró indicio de culpabilidad, y qué hoja de servicios; los magistrados lo absolvieron; el ministro del Interior lo leyó en los periódicos y se dijo que tomaría medidas: anécdotas así no ocurrirían si se amurallaran las fronteras y se situaran tiradores de élite, para ahuyentar a ilegales, prostitutas y mendigos. El sujeto y sus cómplices beben cerveza y mastican calamares en un bar del barrio, y ven la televisión. La otra noche celebraron la orden de búsqueda y captura contra Milosevic, por cepillarse a las indefensas mujeres kosovares y otras atrocidades. Al individuo y a sus cómplices les gustaría detenerlo, en nombre de la ley. Por eso los soportan, y van con la cabeza muy alta, al ojeo de más carne femenina y sin documentar, para picarla sobre el banco humillante de la impunidad, aunque luego les lleguen los expedientes disciplinarios, tardía y tibiamente.
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