De vuelta al ciclismo clásico
La Bicicleta Vasca retomó ayer la versión clásica del guión de las pruebas por etapas para repartir imágenes tópicas. No faltó la escapada bidon, como definen en Francia a esas palizas solitarias condenadas a crecer y desinflarse de forma desproporcionada. El italiano Simoni se encargó de pagar los platos rotos. Tampoco hubo que echar en falta el conformismo de aquellos que la víspera sorprendieron por osados. Y no faltó el espejismo de una escapada condenada a morir a las puertas del éxito para no entorpecer la lógica llegada semimasiva. Aquí, González Arrieta y Roland Meier se vistieron de paganos para ceder a dos mil metros de la línea. Por supuesto, ganó un extranjero, Rastelli (Italia; tercero la víspera). Porque el final era más o menos plano y ya se conocen las dificultades de los españoles para disimular su lentitud en estos casos. La carrera empezó de veras en Sollube, una vez alcanzado el sufrido escapado, incapaz de estirar por más tiempo una ventaja de las anacrónicas, por exagerada. Se dejó más de quince minutos de margen en un trazado desagradable, ideal para desquiciar el ritmo de un solitario. Al equipo del líder Tebaldi le bastó con pedalear en cabeza para acortar la diferencia a mordiscos. En Sollube, desaparecían, Tebaldi incluido, para apuntarse a una improvisada contrarreloj por equipos y recolocar a su jefe de filas en el grupo de los elegidos. Las rampas del puerto de segunda destaparon a un Ramón González Arrieta explosivo, juvenil y eficaz: sólo Meier se animó a sufrirle. El resto -tanto los que ya no tienen mucho que decir como los ocho que más deberían ensayar sus dotes dialécticas- decidió aplazar una ronda de explicaciones que hoy, con la llegada al Santuario del Oro, se antojan ineludibles. Detalles en Sollube Sin embargo, Sollube sirvió al menos para señalar algunas carencias. Las esperadas, en el caso del líder Tebaldi. Las inopinadas, para el veterano Elli, imperial hace un año cuando militaba en el impresionante equipo Casino, casi desmantelado tras los escándalos del Tour. Ninguno de los dos pudo disimular sus limitaciones, pero ambos limitaron males que hoy deberían resultar definitivos. David Etxebarria, apuntado entre los ocho escogidos, espera poder comprobar hoy "quién es el corredor más fuerte" y aventura una selección en la que destacan Laurent Dufaux, Alberto Martínez y Ángel Luis Casero, los dos últimos decididamente contrarrelojistas. "La contrarreloj del sábado va a decidir la carrera. Yo entreno todos los días en esa carretera y tengo ganas para intentarlo todo. Es una crono llana que no se ajusta a mis características pero con la ilusión que tengo lo puedo suplir", señaló el de Abadiño, ilusionado ante la posibilidad de concederse más protagonismo que el acostumbrado: tragar viento de frente, engullir millas dando la cara para que otros viajen cómodos. Obligaciones de jerarquía que la carretera y el talante democrático que rige a los equipos sobrados de clase remedia de tarde en tarde.
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