La caída del muro azul
Policías de Nueva York rompen el código de silencio en el juicio por la brutal agresión a un inmigrante
El legendario código de silencio de la policía de Nueva York, el llamado "muro azul" (por el color de sus uniformes), va a salir muy debilitado del juicio contra los cuatro agentes que pegaron y sodomizaron a Abner Louima en 1997. Desde que se inició el proceso, hace casi dos semanas, cuatro miembros del departamento han prestado testimonio ya en contra de Justin Volpe, el principal encausado en uno de los casos más escabrosos de la historia reciente de la policía neoyorquina. Hoy prosigue el juicio en un tribunal del distrito de Brooklyn.Una noche de agosto de 1997, después de una trifulca en una discoteca de ese barrio periférico de Nueva York, la policía se llevó a golpes al inmigrante haitiano Abner Louima. En el cuarto de baño de la comisaría del distrito 70, varios agentes le sujetaron mientras otro, Justin Volpe, le metía un palo por el ano y luego se lo hacía tragar por la boca. Luego llevaron a Louima al hospital, donde pasó varios días recuperándose de graves lesiones internas. Un informante anónimo telefoneó a un reportero del diario local New York Daily News para contarle lo ocurrido y a partir de entonces se desató una polémica nacional. Como manda la tradición, los 38.000 hombres de azul del departamento de policía; su jefe, Howard Safir, y el alcalde, Rudolph Giuliani, cerraron filas en torno a sus compañeros, haciendo más amarga aún la secuela del horrendo atentado.
Pero, al iniciarse el juicio federal (categoría que viene dada porque hay sospecha de violación de derechos civiles), el muro de silencio policial se ha empezado a resquebrajar. Primero fue Eric Turetzky, un detective que declaró haber visto a Volpe llevarse a Abner Louima con los pantalones bajados al cuarto de baño y luego salir blandiendo un palo, que mostraba con orgullo "como una espada", dando golpes para llamar la atención. Inicialmente se pensó que era el mango de un desatascador, pero Turetzky dijo que era el palo roto de una escoba o fregona.
El pasado jueves, el agente Michael Schoer testificó que Volpe se había acercado a él con el palo y se lo había puesto en la cara. Schoer vio que estaba cubierto de heces y le preguntó si era de un perro que guardaban en la comisaría. Volpe contestó que era "de un humano".
Tanto Turetzky como Schoer habían ocultado estos datos antes del juicio, cuando les interrogó el FBI. Schoer dijo que había recibido amenazas si se iba de la lengua. Su cambio de actitud es un proceso tortuoso que no parece del todo altruista: no es que a la policía de Nueva York le haya dado de pronto un ataque de honestidad, sino que se trata de un caso especialmente execrable que se está juzgando en el nivel federal.
Los abogados defensores de Volpe, que han alegado razones como que Louima pegó a su cliente primero, o que su fisura anal era resultado de un encuentro homosexual, acosaron a Turetzky en el juicio preguntándole si acaso quería hacerse pasar por un héroe al testificar contra un compañero. Turetzky resistió el interrogatorio y dijo sólo que ése era su deber.
Aparte, otros dos agentes han declarado como testigos en contra de Volpe. Uno le prestó unos guantes, que luego le fueron devueltos con sangre, y otro escuchó directamente el relato del policía corrupto, que le explicó los detalles de su paliza al haitiano Louima y cómo le había amenazado si hablaba.
En los años setenta, la ciudad de Nueva York organizó la llamada comisión Knapp para investigar la corrupción en el seno de la policía. Frank Serpico, el único policía que rompió entonces el muro azul para declarar todo lo que sabía, acabó sus días como un traidor o un mártir, inmortalizado por Al Pacino en la película Serpico.
En el año 1994 se organizó otra comisión, la comisión Mollen, porque los casos de brutalidad y corrupción (chantajes, extorsiones, etcétera) en Nueva York seguían en línea ascencente. El propio Serpico volvió a testificar, alegando que nada había cambiado. Poco después de la paliza a Abner Louima se decidió crear una agencia independiente para vigilar a la policía. Y en febrero de este año, el guineano Amadou Diallo cayó muerto en el Bronx por 41 disparos de la policía, por ser sospechoso de entrar en su apartamento.
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