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FÚTBOL 35ª jornada de Liga

El Madrid se desquita gracias a Morientes

Dos goles del delantero madridista colocan a un viejo rival, el Tenerife, al borde del descenso automático

Morientes, otra vez Morientes. El delantero acudió puntual a su cita con los goles, volvió a estar en el sitio justo del área en el momento preciso, y sacó al Madrid del Heliodoro con la barbilla erguida. Los de Toshack, a medio gas y con más comodidad de la que insinúa el resultado, no sólo aguantaron firmes en su pelea clasificatoria sino que cumplieron con el compromiso íntimo que encerraba la reunión de ayer: vengar en lo posible la deuda histórica que el Tenerife tenía con el escudo madridista, empujar a Segunda al adversario que les quitó no hace mucho dos Ligas de los labios. El Tenerife huele cada vez más a descenso, a fin de ciclo. Es un equipo nulo en el juego y roto en el ánimo, una calamidad de la que ayer se aprovechó el Madrid.El Madrid comprobó pronto que el partido no admitía discusión desde lo futbolístico. Y no tanto por los argumentos propios como por su ausencia en el lado enemigo. Pese a la desatención de costumbre, la falta de continuidad y la inexistente idea de equipo, el conjunto blanco -azul ayer- se sintió siempre superior. El Tenerife eran ganas y poco más, una ruina en los asuntos defensivos y una máquina constante de regalar balones.

TENERIFE 2

REAL MADRID 3Tenerife: Unzue; Llorente (Domingos, m. 64), Ballesteros, Alexis, Javi López (Basavilbaso, m.82); Jokanovic; Pinilla, Juanele, Mista; Makaay y Pier. Real Madrid: Illgner; Panucci, Hierro, Iván Campo, Roberto Carlos; Seedorf, Redondo, Raúl (Guti, m.83), Jarni (MIjatovic, m.70); Morientes y Savio (Sanchis, m. 46). Goles: 0-1. M.23. Jarni mete una rosca desde la izquierda y Morientes, desde cerca y libre de marca, cabecea a la red. 0-2. M.31. Seedorf se va de Jokanovic en la mitad del campo rival, tira una pase hacia Morientes, que fusila. 1-2. M.49. Pinilla cuelga un balón frontal, Makaay gana en el salto a Iván Campo, deja la pelota muerta y Pier marca. 1-3. M.52. Sanchis tira desde la frontal, Unzue desvía y Alexis agarra a Raúl para que no llegue al rechace. El propio Raúl transforma en gol el penalti. 2-3. M.72. Zurdazo raso de Alexis en libre directo. Árbitro: Julián Rodríguez. Amonestó a Hierro, Seedorf, Pier, Alexis, Pinilla, Panucci y Ballesteros. 21.000 espectadores en el Heliodoro.

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Desde el inicio, el Madrid entendió que sólo se le podían fugar los puntos si el encuentro subía de temperatura, si se convertía en un asunto más pasional que otra cosa, si se volvía, en suma, un Tenerife-Madrid de los clásicos. Y a punto estuvo de vencer hacia ese costado la reunión cuando, a los diez minutos, dos duras entradas consecutivas de Roberto Carlos y Fernando Hierro sobre Pier y Makaay, respectivamente, pusieron a hervir el Heliodoro, dispararon las revoluciones del juego y dejaron la cita por unos instantes en una cuestión de balones divididos. De pelotazos frontales, ollas y suertes así donde la fe y la decisión juegan un papel preponderante.

El Tenerife intentó conducir por ahí la reunión. Dibujó una alineación sin centro del campo, dividió el once en defensas -Jokanovic, en realidad, fue un zaguero más- y delanteros, y trazó un plan de fútbol directo y vertical, quiso hacer de la precipitación una virtud. Lo que intentó el Madrid fue justo lo contrario: calmar el partido, dormir la pelota y al rival y dejar que los goles y la victoria fueran cayendo por su propio peso. Una estrategia poco ambiciosa, pero, dada la fragilidad rival, con enormes posibilidades de prosperar: los errores del Tenerife, tan ruidosos como frecuentes, ponían al Madrid a las puertas del gol. Bastaba un pésimo control, un mal pase, un quitarse la pelota de encima... el Tenerife siempre encontró un buen motivo para entregarle al contrario una ocasión.

Agarrarse a Seedorf

Con Raúl en fase plana y Savio casi siempre en el suelo, al Madrid no le quedó otra que agarrarse a Seedorf, que fue el mejor de los suyos en esa fase en la que el duelo estuvo aparentemente indefinido. Perdió alguna pelota peligrosa con las que el Tenerife acertó a organizar alguna contra peligrosa, pero fue el que más y mejor arriesgó, tal vez el único. Un recorte por aquí, un desborde por el otro lado; un tiro, un pase interior... Hasta que apareció Morientes por su zona de siempre para resolver como lo hacen los mejores, el Madrid vivió de Seedorf, que puso a temblar el Heliodoro.

Pero el que inclinó la balanza no fue el holandés sino Morientes. Primero, a los 23 minutos, apañándoselas para asomarse libre de marca dentro del área y empujar dentro una rosca deliciosa de Jarni; luego, ocho minutos después, para rubricar con un zurdazo extraordinario, tras otro desmarque exquisito, una jugada magnífica de Seedorf. Los dos goles tuvieron su resaca, su prolongación, su apéndice. El Madrid contestó a cada uno con dañinos segundos de distracción, con invitaciones al Tenerife para que se levantara. Pero entre Roberto Carlos, el palo e Illgner, se las ingeniaron para que los respectivos remates de Makaay, Juanele y otra vez Makaay no hirieran un marcador que se les había puesto muy favorable.

El partido acumuló más goles, pero en realidad quedó cerrado desde el 0-2. El Madrid se manejó con comodidad, dueño absoluto de la situación, tal vez con un punto innecesario y nocivo de relajación. Es posible que lo hubiera pasado peor de no mediar la contestación tan inmediata de Sanchis -para contribuir a dormir la velada y proteger el resultado, Toshack lo sacó en la segunda mitad para compartir centro del campo con Redondo- al gol de Pier -lance que dejó nuevamente en mal lugar a Iván Campo-, pero del 1-2 pasó al 1-3 en cuestión de segundos. Y ni al Madrid le dio tiempo a asustarse ni al Tenerife de crecerse.

Ni siquiera al final, tras el ajustado zapatazo de Alexis -otro gol de falta en contra del Madrid-, la reunión dio la sensación de abrirse. El Tenerife apretó, se vació en busca del empate, pero nunca se sintió cerca de la remontada. Nunca se insinuó capaz de poder agarrarse al pasado reciente y teñir de épica y locura los minutos finales de sus enfrentamientos con el Madrid. Definitivamente aquellos duelos son historia. La leyenda se muere. El Madrid, a medio gas, se desquitó de todas las afrentas: ayer dio un empujoncito más al Tenerife, quizás el definitivo, hacia el descenso.

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