Espectros
DE PASADALa cibernética ha reducido a la condición de realidad virtual lo que en otros tiempos eran disparates. Antes, por ejemplo, uno se ponía a conversar con el espíritu del emperador Trajano o prendía el cigarro de niebla que llevaba engastado en los labios el alma en pena de Gustavo Adolfo Bécquer y sólo le quedaban dos alternativas: el manicomio o los altares. En Granada la nómina de conversadores solitarios ha sido extensa. Este cronista conoció a uno que se perfumaba copiosamente y se anudaba sobre el pijama una corbata de lazo porque en sueños saludaba a gente muy importante. Lo dieron por loco. Otros, en cambio, conversaban con Dios y fueron elevados a los altares. El candidato a la alcaldía de Sevilla, Alejandro Rojas Marcos, gracias a ese sistema profiláctico denominado realidad virtual, le puede preguntar a Alfonso El Sabio por una muela cariada o invitar a café a cualquier muerto viviente sin peligro de que un vecino compasivo llame a los loqueros o un cura lo hisopee. A nadie ha extrañado tampoco que el consejero de Presidencia, Antonio Ortega, y el director de teatro Salvador Távora, hablen en el Parlamento con el espectro de Blas Infante. ¿Qué pasaría si se extiende entre la clase política la moda de hablar con los muertos? Posiblemente los mítines se organizarían en los cementerios y algunos, como el alcalde de Granada, Gabriel Díaz Berbel, podrían zanjar polémicas como la de las estatuas. -Fray Leopoldo ¿qué le parece el busto? -Un poco grande y oscuro, alcalde, pero bien. -Gracias, hermano. Los andalucistas son los políticos más proclives a charlar con difuntos. Quién sabe, igual llega el día en que proponen de concejal al ectoplasma de Boabdil como parte integrante de un consistorio de muertos, unos de izquierdas, otros de derechas, pero todos esqueléticos y amarillos. Mientras llega ese singular momento, el candidato vivo del PA por Granada, Jesús Valenzuela, coloca como un poseso su propio ectoplasma, esto es su foto coloreada, por los muros y plazas. Una cuadrilla revisa todos los días que otros carteles no hayan tapado su rostro con una imagen del gaitero Hevia. Los granadinos, en una encuesta, decían que no conocían a Valenzuela. Ahora, uno remueve la sopa, y allí aparece él, con su festón de fideos y albondiguillas. ALEJANDRO V. GARCÍA
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