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Y además, los mejores sub 16 de Europa

España golea a Polonia en la final (4-1) y termina el torneo con 19 tantos a favor y sólo dos en contra

Luis Gómez

La generación más joven pone también su pica. Son los nacidos después del 82. Ellos también ganan, también han demostrado ser los mejores. La selección española sub 16 derrotó ayer a Polonia con más dificultades de las previstas, pero pudo hacer valer con cierta contundencia su superioridad táctica y colectiva. Los goles tardaron en llegar, pero lo hicieron finalmente de forma caudalosa. España cierra este torneo sin conocer la derrota, con 19 goles a su favor y sólo dos en contra. No se puede discutir la naturaleza del éxito. El fútbol español acumula en apenas dos semanas el Mundial sub 20 y el Europeo sub 16, un torrente de buenas noticias en la escala inferior que han sido recibidas con un exceso de entusiasmo. Si el espectador piensa que no hay otra cosa que hacer sino esperar un lustro para recoger los frutos de estas cosechas, anda descaminado. Cierta tendencia al exceso suele ser mal compañero de viaje en el fútbol español.Y exceso hubo ayer en la final. Las autoridades se habían desplazado para la ocasión; José Antonio Camacho, el seleccionador, hacía los honores en el palco, la demanda de los medios informativos se hacía sentir implacable en la centralita del hotel. Los chicos no estaban solos, desde luego. Habían tenido la oportunidad de dar razón de algunas peculiaridades de su corta existencia, se les había pedido opinión sobre asuntos de naturaleza respetable, se les utilizaba como arma arrojadiza en la cruzada contra el extranjero, estaban advertidos por familiares y allegados de que se les había hecho un hueco en las páginas deportivas entre el castigo a Suker y el esotérico fichaje de Ronaldo. No estaban solos, no. Estaban demasiado acompañados.

ESPAÑA 4 -POLONIA 1

España: Reina; Diego Alegre, Rubén, Mario, Corrales; Jonathan (Albert, m.66), Parri, Arteta, Ernesto; Nano (Elías, m.71) y Perona (Sancet, m.77).Polonia: Kaspa; Lobodzinski (Sierant, m.15; Janicki, m.70), Rogalski, Napierala, Nawotczynski; Wisio, Hajduczek, Zawadski, Grzelak; Madej y Mierzejewski. Goles: 1-0. M.21: Perona. 1-1. M.28: Grzelak. 2-1. M.61: Mario. 3-1, M.69: Ernesto. 4-1, M.82: Elías. Árbitro: Eric Poulat (Francia). Amonestó a Napierala, Arteta, Rogalski y Corrales. Final del Europeo sub16. Estadio Andruv de Olomouc, unas 1.500 personas. Presenció el partido José Antonio Camacho.

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'Guardioleta'

Es así que perdieron frescura al momento de saltar al césped y que se encontraron excesivamente responsabilizados a lo largo de todo el partido, justo lo contrario de la selección polaca, que se manifestó sin complejos, que tuvo el punto de agresividad necesario, que adelantó todo lo que pudo su línea defensiva para resguardarse tras el fuera de juego y que llegó a poner en aprietos al equipo español, sobre todo en el arranque de la segunda parte.

España no llegó a encontrar una continuidad en su acción, consciente de todo lo que se hablaba de ellos en territorio nacional. Le sorprendió la entusiasta salida de los polacos y tuvo dificultades para mantener su ritmo habitual. Arteta quiso guardar la calma y buscó que sus compañeros se desplazaran con orden, pero lo consiguió pocas veces. El juego tuvo un carácter más afectivo, más rápido, con un exceso de desplazamientos en largo que convenían frecuentemente a los polacos. Sin embargo, la calidad media del equipo español era superior y eso se advirtió, fundamentalmente, en algunas acciones del madridista Ernesto, que tuvo varias ocasiones para sembrar algunos detalles de clase; su zurda y su regate sirvieron para aclarar algunas jugadas, una de ellas con el acierto suficiente como para propiciar el primer tanto. Sin embargo, Polonia empató pronto, a los ocho minutos, y su resistencia a la derrota comenzó a sembrar las dudas en el colectivo español. Arteta había perdido su sitio, Ernesto no encontraba la serenidad, los jóvenes ejemplares comenzaban a mostrar nerviosismo, tendencia al individualismo y, lo que es peor, a imitar ciertos hábitos de los mayores: las miradas al juez de línea, las protestas al árbitro, las entradas a destiempo, esa forma de excusarse cuando faltan las ideas. España perdió colocación sobre el campo, cayó con ingenuidad en el fuera de juego, y dio la sensación de no tener un concepto claro en la cabeza. La falta de dirección se suplió con coraje; y en una acción atropellada llegó el gol de Mario, que tuvo un indudable efecto terapéutico.

Desde ese momento, España encontró parte del equilibrio que había perdido, y recuperó la seguridad en sus fuerzas. Tuvo el detalle, además, de mantener el acoso sobre la portería polaca, esfuerzo que mereció el premio de un par de goles. De esa manera, el éxito, aunque trabajoso, recibió el barniz de una goleada. A efectos estadísticos, el título no tiene discusión posible.

A la vista del ambiente reinante, a ellos les corresponde ahora disfrutar de su derecho al agasajo, al elogio indiscriminado. Ellos merecen cobrar su cuota de adjetivos. Las autoridades prepararán las recepciones oficiales, felicitarán a los dirigentes por el trabajo bien hecho y harán valer su preocupación por el futuro que les espera. El fútbol español ha vivido un empacho de victorias juveniles en apenas dos semanas, un empacho que ha sido recibido con tal entusiasmo que puede resultar contraproducente. Estos éxitos no pueden ser un sucedáneo de los que nos han faltado en la verdadera élite. Tampoco garantizan el futuro. El fútbol español se mueve bajo un permanente estado de necesidad. Conviene no transmitir esa ansiedad a estos chavales.

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