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Dudas patrióticas

Los nacionalistas vascos están dolidos porque no se les reconocen sus esfuerzos por integrar al radicalismo abertzale en el marco institucional. El paso decisivo sería ahora la firma por parte de EH de un pacto de legislatura que garantice su apoyo al Gobierno de Ibarretxe. El contenido programático del acuerdo está pactado, pero no se hace público porque han surgido discrepancias sobre el anexo relativo a la violencia. En él debía plasmarse el compromiso de EH de actuar por "vías exclusivamente democráticas" que el lehendakari considera imprescindible para oficializar el pacto. Joseba Permach, portavoz de EH, considera, sin embargo, que "del mismo modo que no podemos pretender que el PNV acepte que el Estatuto ha sido en vano, tampoco se nos puede pedir a nosotros una condena de la violencia".El acuerdo de Lizarra es básicamente un compromiso por el que el nacionalismo democrático acepta que el Estatuto está "agotado" a cambio de que HB acepte que la violencia es ahora "un estorbo". Dirigentes del PNV han insinuado claramente que esa concesión era necesaria para dar una salida a ETA por la vía de la tregua. Pero luego algunos de ellos han interiorizado como una evidencia esa supuesta superación de la fase autonómica, lo que a su vez ha inquietado a sectores nacionalistas influyentes, en particular del mundo empresarial. Sobre todo, porque la única alternativa a un País Vasco autonómico sería una Euskadi en la que el lehendakari fuera Josu Ternera. En lo inmediato, los sectores moderados del PNV temen que la polarización que en las autonómicas favoreció al PP de un lado y a EH del otro, se agudice en las locales. Aparte otros riesgos, ello podría implicar para el PNV la pérdida de la Diputación de Álava. De ahí que el actual diputado general de esa provincia haya lanzado la propuesta de un acuerdo poselectoral en su territorio con el PP o el PSOE.

Esto ha mosqueado a Otegi, temeroso de que el PNV cambie o diversifique su política de alianzas después del 13 de junio, lo que cuestionaría su apuesta por llevar Lizarra a los ayuntamientos. Es decir, por plasmar en instituciones en las que EH/HB no tiene inconveniente en participar unas mayorías nacionalistas que dieran viabilidad a la Asamblea de Municipios: su alternativa institucional al Estatuto de Gernika. Para dar credibilidad al proyecto de Lizarra como nacional, y no sólo nacionalista, está siendo fundamental la participación de Izquierda Unida, y lo sería la del partido navarro de Juan Cruz Alli, al que ETA considera recuperable, para compensar la debilidad del nacionalismo en Navarra. En las autonómicas de octubre, de los 251 municipios de Euskadi, el PNV fue la primera fuerza en 149 y EH, en 65. Pero el nacionalismo sólo es mayoritario en 25 de los 272 ayuntamientos navarros.

Al PNV le preocupa sobre todo la resistencia de EH a un pronunciamiento claro contra la kale borroka. Teme que, sin ese compromiso, el pacto de legislatura con EH tenga efectos electorales negativos: que el PP se haga con los votos fronterizos. Por eso, un sector del partido de Arzalluz preferiría aplazar la oficialización del acuerdo, tal como ahora está, hasta después de las municipales. Egibar y Arzalluz se muestran comprensivos con las dificultades de Otegi porque hay que adaptarse a "los ritmos de evolución" del MLNV. Incluso se advierte que han rebrotado en ese mundo las resistencias internas a la estrategia de Otegi. El día 15 está prevista una asamblea de HB sobre la cuestión.

No se sabe lo que al respecto piensa ETA, pero de la lectura de sus comunicados se deduce que el punto clave para amparar con la continuidad de la tregua la alianza de HB con los nacionalistas no violentos es el rechazo por parte de éstos de todo compromiso con fuerzas españolistas. El PNV y EA tienen las manos atadas porque a las consideraciones políticas se añade una coartada moral: superar el Estatuto y renunciar a pactos con PP y PSOE es la condición para que ETA no vuelva. Así hacen efectivo el chantaje de esa organización a la sociedad vasca. Y resulta fallida, en consecuencia, la apuesta por la integración de HB en las instituciones democráticas: no puede haberla sin reconocimiento del pluralismo vasco y de que éste se plasma hoy en el Estatuto. La contradicción sólo se supera mediante la exclusión como no vascos de quienes no se pliegan.

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