Un cadáver incómodo JOAN DE SAGARRA
Jordi Baratta Bancells es actor. Como indica su apellido paterno, es de origen italiano, nieto y sobrino nieto de los célebres hermanos Baratta, escultores de Carrara. Su padre, Faust Baratta Rubí, autor y actor del glorioso teatro amateur -glorioso por ser la cuna de muchas de las grandes figuras de la escena catalana-, inicia a su hijo en el oficio, en el escenario de la cooperativa de los Teixidors a Mà, en el barrio de Gràcia. Empieza con los clásicos Pastorets y sigue con pequeños papeles junto a los amigos y compañeros de su padre: Lluís Nonell, Enric Casamitjana, Elisenda Ribas, Rafael Anglada, Jordi Torras, Castillo Escalona... hasta que un buen día su nombre aparece en el reparto del celebérrimo Marat-Sade que Adolfo Marsillach estrena en Barcelona. Jordi Baratta es uno de los locos de Charenton, la troupe particular del divino marqués. Desde entonces, la carrera interpretativa de Jordi Baratta se ha desarrollado con gran dignidad, en pequeños papeles -aunque también, a veces, estelares, como en un famoso anuncio de La Caixa-, ya sea en el teatro, el cine o la televisión, con el beneplácito y hasta la admiración de sus directores. Jordi Baratta es un buen actor: le agrada su oficio y, como dicen los futbolistas, suda la camiseta. A finales de febrero, Jordi Baratta recibe una llamada de la actriz Montse Esteve diciéndole que en el Poliorama va a estrenarse una obra de Tom Stoppard, L"autèntic inspector Hound, y que precisan de un cadáver. Baratta acude a su primer ensayo, bajo las órdenes de la directora británica Tamzin Townsend, ensayo que se lleva a cabo en Ripollet, en presencia de los productores (3xTres) del espectáculo: Paco Mir, Joan Gracia y Carles Sans (Tricicle), Anna Rosa Cisquella (Dagoll Dagom) y Toni Albadalejo (Anexa). El ensayo, al decir de Baratta, no satisface a los productores, si bien alguno que otro le felicita por su actuación: el cadáver Baratta -Bofarull, en la función- ha aguantado, tirado en el suelo, sin moverse, "sin respirar", durante una hora. Baratta volverá a ensayar, ya en el Poliorama, los días 19, 22 y 23 de marzo, cumpliendo religiosamente con las obligaciones de un cadáver teatral: "sin respirar". Papel difícil, el de cadáver. Aquí, en España, se le incluye en la categoría de las denominadas "pequeñas partes" -5.244 pesetas por función-, según el convenio de Madrid, pero en otros países, en Francia sin ir más lejos, se le otorga la categoría de "especialista", mucho mejor pagada, sobre todo desde que Sarah Bernhardt, cuando interpretaba la Fedora, de Sardou, le permitía a su amante, Eduardo VII de Inglaterra, hacer de cadáver en la Comédie, y éste, que podía ser un buen amante pero no sentía ningún respeto por el teatro, corría como una lagartija por el escenario, y cuando la Bernhardt decía aquello de "Oh, quel beau cadavre!" mirando côté cour, oía côté jardin, reírse a la lagartija de su amante. Jordi Baratta acudió el 24 de marzo al ensayo, en el Poliorama, al que había sido convocado el día anterior. Pero le impidieron hacer, actuar de cadáver. Allí se entero, por la persona que le había contratado, Pilar Villanueva, de que el 22 de marzo había sido dado de alta en la Seguridad Social, sin su conocimiento, por Pararam, SL, una empresa de los productores, y que éstos habían optado para ofrecerle el papel de cadáver a un técnico, no actor, del teatro Victoria. Baratta se sintió humillado y cabreado. Y el día del estreno, cuando compró un par de butacas, vio la función y pudo comprobar que el técnico del Victoria no era otro que un maniquí, se sintió todavía más humillado y cabreado. ¿Qué hacer?, como diría Vladímir Ilytch Ulianov. Baratta lo tiene muy claro. Se encamina hacia la Associació d"Actors i Directors Professionals de Catalunya exigiendo justicia. Allí, los colegas, algunos, no todos -ninguno de sus compañeros del Poliorama, de L"autèntic inspector Hound, se ha solidarizado con él-, le instan a querellarse, a exigir daños y perjuicios. Le remiten a una abogada de la asociación. Pero ésta le hace saber a Baratta que su causa es una causa perdida. Y Baratta, más humillado y cabreado que nunca, se va a ver a José María Loperena, que sabe de cadáveres, de teatro y de leyes, y allí, en aquel bufete, elaboran en un periquete un papel que ha hecho que los señores de 3xTres se avengan, ante la delegación territorial de Trabajo de Barcelona, a abonarle a Baratta 153.750 pesetas, como si hubiese estado actuando de cadáver desde el día del estreno de la obra hasta su súbita desaparición de la cartelera. Jordi Baratta, el cadáver incómodo. Cadáver ejemplar, por haberse atrevido a defender su dignidad de cadáver, de actor, ante una empresa prepotente, unos compañeros insolidarios y una abogada incompetente. ¡Bien por Baratta!
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