La Real recobra la inspiración

El fútbol resulta más razonable cuando se simplifica y se le otorga la dosis suficiente de individualismo. El trabajo, el destajo, va bien para cuestiones menores, de esas que entretienen asuntos de vecindario. En Anoeta, una pancarta rezaba "De Pedro, sí", respondiendo a una absurda polémica gestionada durante la semana en torno a la relación negativa entre la presencia del jugador en las alineaciones y las derrotas de su equipo. Krauss lo sentó en el banquillo porque salía de una lesión y por premiar el esfuerzo de sus últimos sustitutos. La Real se fundió en su ausencia, convertido en un equipo mecánico, muy industrial, de esos que satisfacen a espectadores que juzgan el fútbol por la cantidad de sudor que empapan las camisetas. El Racing se había adueñado del balón y del partido en 45 minutos atractivos, de buen toque y mejor estrategia, sólo malgastados por la confusión de sus jugadores más activos, Magallanes y Vivar Dorado. Por eso y por la mala puntería de Munitis se quedó sin gol y se le fue la vida en Anoeta. Cuando De Pedro accedió al campo, el Racing desapareció y resucitó Kovacevic que consiguió dos goles tras once jornadas de sequía. La Real fue entonces el equipo razonable e intuitivo que solía y el Racing padeció su incapacidad goleadora. No mereció tal castigo, pero hizo poco para evitarlo. De Pedro hundió sus esperanzas, aunque se permitiera el lujo de perdonar un penalti. Cuestión de inspiración.