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Pólvora y flechas

Los alcoyanos defendieron ayer con la palabra, el fuego y sus espadas su atalaya. Antes de que saliera el sol, miembros de la filà Maseros o Labradores trataron de frenar el asalto de los festers de Contrabandistas de Andalucía al castillo de madera que preside la plaza de España de Alcoy. Fue durante el Contrabando, uno de los actos más antiguos de las fiestas de Moros y Cristianos. Con la complicidad de un reducido número de espectadores el Contrabando cumplió con su cita para inaugurar el día del Alardo. Este acto puso en escena un parlamento jocoso entre la filà Maseros que defendió, mediante la dialéctica, las tierras valencianas y de los festers de Contrabandistas de Andalucía, que querían conquistarlas. El periodista Pepe Ferrer, autor del único libro editado sobre el Contrabando, define este acto como "la oveja negra de la fiesta, (...) pero que ha seguido impertérrito e incombustible con el paso de los años". Recuerda, además, como en alguna etapa la Asociación de San Jorge alertó a las filaes que lo protagonizan contra "los objetos que arrojan los Contrabandistas, tales como ratones, boñigas de animal, etcétera". En Alcoy el Contrabando es junto a la Retreta, de la noche del 23 de abril, la única actividad exenta del carácter riguroso y protocolario que caracteriza las fiestas. Cerrada la nota de humor y tras las embajadas de la mañana y la tarde, moros y cristianos llenaron de pólvora el centro de la ciudad para conquistar la villa. Así resucitaron la vieja contienda que llevó a enfrentarse a las tropas del caudillo árabe Al Azraq con los antiguos pobladores cristianos. Entre las 11.00 y las 20.00 horas cerca de 1.500 festers quemaron unas cinco toneladas de pólvora. Durante el Alardo o Batalla de Arcabucería se hacía imposible circular con tranquilidad por el casco antiguo. En la escenificación del conflicto los representantes de las 28 filaes fueron avanzando y retrocediendo en hileras a una distancia de cinco metros para evitar cualquier susto con el disparo de sus trabucos. Protagonizaron la formación los capitanes y alféreces que también lucharon con sus adversarios con armas blancas en el castillo. Ya entrada la noche Sant Jordiet restableció la paz y puso fin a la atronadora contienda con la Reconquista. Jordi González, el pequeño de ocho años que lo representa este año, provocó una lluvia de flechas montado en un caballo de cartón en las almenas del castillo, tal y como cuenta la leyenda.

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