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El Zalgiris trae aire fresco

El campeón lituano conquista su primera Liga Europea de baloncesto

Luis Gómez

KINDER BOLONIA 74ZALGIRIS KAUNAS 82

El Zalgiris aportó aire fresco al baloncesto europeo y permitió disfrutar de una final potable, con unos números dignos. Por un año, quedaron atrás esos marcadores tacaños y ese baloncesto rígido enmascarado de emoción por la incertidumbre del resultado. Regresó a la élite continental el equipo que popularizó en su día Sabonis, aquellos tipos que pretendían ser una alternativa a la nomenklatura del TSSKA. Pero a ese Zalgiris se lo comieron entre Petrovic, en lo deportivo, y el capitalismo, en lo económico. Ahora ha vuelto, capitalista al fin y al cabo, con su pareja de americanos, pero fiel a ciertos principios: baloncesto ofensivo, movilidad y buena predisposición para el tiro. Bienvenidos sean. Posiblemente, el Kinder de Bolonia, a pesar de sus fichajes millonarios y su estampa física, esperaba complicaciones, porque bien es conocida la tradición de la final a cuatro en cuanto a los equipos novatos, que terminan llevándose el título y rompiendo los pronósticos. Y el Zalgiris lo era en estas lides. Por ese motivo, el equipo italiano no se anduvo por las ramas y trató de aplicarle severa disciplina. Quiso llevarle a un partido físico, aprovechando su mayor envergadura en casi todas las posiciones.

Kinder Bolonia: Abbio (8), Rigadeau (27), Danilovic (7), Frosini (5), Makris (12), Sconochini (15), O´Sullivan (0), Binelli (0) y Crippa

Zalgiris Kaunas: Edney (14), Bowie (17), Stombergas (12), E. Zukauskas (4), Zidek (12), M. Zukauskas (11), Adomaitis (8), Masiulis (4), Maskoliunas (-). Árbitros: Rems (Eslovaquia) y Jungebrand (Finlandia). En el partido para el tercer y cuarto puesto, el Olimpiakos derrotó al Teamsystem de Bolonia por 74-63.

Éxito tuvo durante breves minutos, cuando el marcador permanecía atascado y el balón iba de mano en mano en la zona, donde el Kinder pretendía imponer la ley del gigantón Makris y su colega Frosini. El Zalgiris pareció acusar los nervios y dio sensación de fragilidad a la vista de que Edney daba sensación de aceleración, parecía uno de esos bases americanos de rebajas que te llevan a la ruina en un momento. Cómo cambiaría el partido que Edney terminó haciendo exhibiciones no sin tomarse algunas licencias arriesgadas.

La cuestión es que el Zalgiris comenzó a calentar la muñeca y el Kinder empezó a observar con asombro que cualquier rival estaba capacitado para hacer canasta. Desde cualquier punto, con indudable acierto en la línea de 6,25, el Zalgiris se sintió a gusto y se soltó el pelo. En el descanso, su ventaja era evidente (30-45).

A partir de entonces, el Kinder vivió una pesadilla. Llegó a una desventaja de 19 (40-59) y a tener que cambiar de modelo. Desaparecido Danilovic, la reacción vino por el imprevisto Sconochini que, a base de garra y penetraciones, ayudó a mantener el tipo. Luego, terminó de despertar Rigadeau, que se echó el equipo a su espalda.

Pero el Zalgiris no pensaba cambiar de idea. Lo suyo sería jugar al ataque y defender con más entusiasmo que técnica. Así que el Kinder tuvo que dar la cara, para beneficio del espectáculo, y depositó toda su confianza en Rigadeau. El hombre cumplió con su responsabilidad y puso a los suyos en situación de volcar la situación: 70-76, a falta de dos minutos.

Sin embargo, su esfuerzo había sido considerable y notó el cansancio. Pero, además, su rival no desertó de sus principios y siguió mirando a la canasta. El Zalgiris encontró así premio a su desparpajo y el baloncesto europeo respiró con alivio: por fin, un campeón que supera los 80 tantos.

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