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FÚTBOL 30ª jornada de Liga

El Celta dice adiós al Barcelona

La mala fortuna y las lesiones impidieron a los gallegos doblegar a un práctico Alavés

El fútbol incordiante y robotizado del Alavés enfrió la lucha por el título y elevó varios grados la temperatura de la batalla por Europa, más disputada ahora porque los de Mané obtuvieron ayer un empate en Balaídos que no entraba en ningún cálculo. No decepcionó el Celta, que marcó el ritmo y vivió siempre más cerca del éxito que del fracaso. Lo que sucedió tuvo bastante que ver con la fortuna, que le hizo perder en pocos minutos a sus mejores hombres; con los palos que en dos ocasiones le impidieron tomar el mando, y con el Alavés, que ejerció una presión que aparecerá por unos días en las pesadillas de los jugadores celestes. Con tantas circunstancias en su contra derrochó el Celta voluntad, pero en ese terreno la partida fue para los de Mané. Cuando un equipo de perfil bajo se conjura por un punto sólo la calidad puede decidir, y el grupo de Víctor Fernández anduvo escaso de ella desde que Mazinho pidió el cambio. Se obsesionó entonces el cuadro local en llegar al área por la vía rápida, y su empeño fue proporcional a los pelotazos con que le respondió la defensa del equipo vasco. Así arruinó el Alavés parte de lo conseguido por el Celta frente al Madrid, puso al Barcelona en la recta final de su trayectoria y alimentó las posibilidades de los que luchan por el segundo puesto de la tabla.

CELTA 1

ALAVÉS 1Celta: Dutruel; Michel Salgado, Cáceres, Djorovic, Josema (Sánchez, m. 46); Makelele, Mazinho (Óscar Vales, m. 49); Karpin, Mostovoi, Revivo (Tomás, m. 45); Penev. Alavés: Tito; Belsue, Berruet (Iván Rocha, m. 77), Karmona, Ibón Begoña; Desio, Pablo; Sivori, Gerard, Vitamina Sánchez (Josete, m. 61) y Julio Salinas (Canabal, m. 70). Goles: 0-1. M. 53. Tomás se entretiene al despejar un balón en el área pequeña y Pablo aprovecha para adelantar al Alavés. 1-1. M. 55. Sánchez cabecea en el segundo palo un córner enviado por Mostovoi. Árbitro: Mejuto González. Mostró tarjetas amarillas a Berruet, Pablo y Penev. Unos 25.000 espectadores en Balaídos. Entre el público se encontraban alrededor de 1.500 habitantes de Rianxo, invitados por la directiva del Celta para celebrar un homenaje a la canción de La Rianxeira.

Lo que hace siete días le faltó al equipo de Toshack lo derrochó el Alavés en sobredosis. Para empezar dio la sensación de conocer bien al Celta, porque se situó en el campo para dar réplica en las zonas donde los de Balaídos crean más peligro. Desio, que jugó un par de temporadas en Vigo, se abrazó a Mostovoi para saludarlo antes de que rodase el balón y ya no lo soltaría en toda la tarde, y todo el círculo central quedó convertido en un estrecho campo de batalla. A los de Fernández les costó sacar el balón de ese atolladero, pero en cuanto encontraron una banda volvieron a ser el equipo rápido y brillante de siempre. Sobre la marcha incrementó Mané sus precauciones. Encomendó a Belsue un marcaje suicida sobre Revivo que dio con los huesos del israelí en la enfermería antes del descanso, sin que Mejuto González entendiese ni falta. No fue la única decisión que perjudicó al Celta, al que el árbitro asistente abocó a buscar la espalda de la adelantada zaga visitante desde varios metros por detrás.

Para equipos de discurso tan mecánico como el de Mendizorroza, una ocasión en 45 minutos es un exceso, aunque la que tuvo Salinas a la media hora pudo tumbar a los de casa. Acostumbrado a sorprender, al máximo goleador en activo de la Liga española le faltó puntería. No dio más de sí el equipo alavesista mientras Revivo estuvo en el campo y el Celta pudo explotar su asociación con Penev. Acribillado a golpes de banderín, el equipo local se quedó sin buscar las espaldas de la defensa vasca.

Una lesión muscular de Mazinho acabó de poner el partido cuesta arriba para el Celta, que se tuvo que reorganizar sobre la marcha, colocar una línea de tres centrales y dejar la organización del juego en manos de Karpin. Ocurrió que antes de que le diese tiempo de asimilar la reforma, Tomás tardó una eternidad para despejar un balón inocente en el área pequeña y Pablo tuvo tiempo de meter la bota y adelantar al Alavés. La ventaja, eso sí, sólo le duró un par de minutos, porque rápidamente Sánchez aprovechó una indecisión similar en un córner y remató agazapado en el segundo palo.

Empezó un partido nuevo para el Celta, en el que la ausencia de Revivo fue determinante. El israelí había conducido el ataque vigués por el costado izquierdo hasta que fue cazado. Su sustituto, Tomás, vivió una de esas tardes en las que todo se tuerce, y la banda derecha añoró a Karpin, una vez que acudió a socorrer a Makelele cuando el francés se encontró sin la referencia de Mazinho. Para entonces, el Alavés había retrocedido un puñado de metros y las mejores bazas del Celta se amontonaban por el centro, un terreno extremadamente farragoso.

El resto del choque se resumió así en un ir y venir de un balón maltratado por el Alavés y no mucho mejor considerado por el Celta. Cuando Mané dio entrada a Iván Rocha cavó el último tramo de su trinchera. Se evidenciaron entonces las dificultades de los de Víctor Fernández para abrir zagas superpobladas. Algunos de los jugadores celestes habían prevenido a la hinchada durante toda la semana de que las dificultades iban a ser ayer mucho mayores que las que opuso el Real Madrid el día del 5-1. Lo que no podían imaginar era hasta qué punto estaban dando en el clavo.

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