"Me dedico a hacer casas para los demás"
"Vengo de un pueblo pequeño, apartado de las modas arquitectónicas y de la fama. Me dedico sólo a hacer arquitectura, una arquitectura antigua, real, entendida como servicio para el hombre y alejada de la que se discute en el papel de las revistas. Creo que conmigo merecerían recoger este premio todos aquellos arquitectos que, todavía hoy, se dedican a hacer lo mismo que nosotros: casas para los demás". Con tan modestas palabras se dirigió a la prensa Peter Zumthor, el flamante ganador del último Premio Europeo de Arquitectura Mies van der Rohe, galardón otorgado por la Comisión Europea y la Fundación Mies van der Rohe de Barcelona que en anteriores ediciones ha recaído en Álvaro Siza, Norman Foster, Esteve Bonell y Francesc Rius, Nicholas Grimshaw y Dominique Perrault. La de Zumthor fue la alocución humilde de un hombre atildado, las palabras sencillas de un proyectista de aspecto contrastadamente soberbio que ha hecho de la sencillez y la síntesis el estandarte callado de su arquitectura. El suizo Peter Zumthor (1994) recogió ayer el trofeo, que premia el carácter innovador, la calidad de ejecución y el diseño arquitectónico, de manos del alcalde de Barcelona, Joan Clos. El galardón, dotado con 50.000 euros (8.319.300 pesetas), le fue concedido por el Museo de Bregenz, en Austria, un sobrio edificio en el que los miembros del jurado vieron "una radicalidad similar a una actitud de resistencia frente a un mundo consumista". "No suelo hacer alegatos en contra de nada", comentó Zumthor, quien afirmó asimismo que es bueno que la gente sea capaz de leer varios mensajes de un mismo edificio que, después de todo, es sólo es eso, un edificio. Esa variedad de lecturas es lo que caracteriza, en su opinión, las obras de arte, y ésa es, precisamente, su mayor aspiración como arquitecto. "Quisiera devolver la arquitectura a su función primitiva, esencial, de servicio para el hombre; pero, puestos a elegir, me interesa más, muchísimo más, el arte que el espectáculo", sentenció. "Hoy en día, que un arquitecto hable de aspiraciones artísticas parece algo retrógrado. Para mí el arte es algo vivo que afecta a todos los sentidos y capacidades de un ser humano. Desde lo más visceral hasta lo más intelectual pasando por lo más sensorial, y todo ese campo tan antiguo y tan enigmático es el que me interesa rozar con mis trabajos. El espectáculo, los medios de comunicación, el entretenimiento y todas esas otras cuestiones me parecen tan respetables como alejadas de mi manera de ser y pensar. Yo sólo puedo forzar y esforzar mi arquitectura en el camino en que la entiendo, y a mí lo que realmente me apasiona es la vida en su esencia más pura, no el espectáculo ni la representación de la vida". Zumthor es uno de los máximos exponentes de un estilo bautizado por las publicaciones como minimalismo arquitectónico y consistente en limitar los componentes de un edificio y reducir sus materiales a una mínima presencia. Volúmenes sencillos y geometrías básicas, colores naturales y radical ausencia de ornamento caracterizarían esta tendencia, que el arquitecto no vive como una limitación, sino como una libre elección. "En todas los campos de la creación, los mayores artistas son los que más logran acercarse a la esencia de sus disciplinas. Al escribir una novela, al filmar una película, un autor debe tratar de incluir sólo lo que resulta fundamental para su trama. Uno se pregunta continuamente por lo que le sobra a lo que está haciendo. El proceso creativo es un camino de reducciones, sustracciones y elecciones, pero no para intentar ser minimal, sino para conseguir dar el máximo". Sobre el peligro de que las modas minimalistas acaben en ciudades anodinas, Zumthor asegura que la superficialidad ha rodeado siempre, de la mano de los perezosos, a quienes han tenido ideas. Las copias o las malas interpretaciones de una arquitectura que busca la síntesis no tienen que ser -sostiene- peores que los proyectos de arquitectos que tomaron prestados del modernismo, del barroco del movimiento moderno, sólo la apariencia superficial de las ideas. "Con todo", insiste, "la historia de las distintas artes está plagada de ejemplos de creadores que dedicaron su tiempo a buscar la esencia de su arte". Y aunque desvela rápidamente los nombres de escritores como el británico John Berger y el poeta norteamericano William Carlos Williams entre los buscadores contemporáneos de la esencialidad, se muestra reticente a la hora de nombrar arquitectos. "Me gusta Andrea Palladio", concluye sonriente. Tras haber diseñado la galería de arte de Bregenz, que resultó premiada, Zumthor asevera: "No existe un museo perfecto ni una fórmula museística, porque las galerías dependen de la obra que se debe exponer y del entorno en el que se encuentran. Dos cuestiones resultan, sin embargo, imprescindibles: la luz y el espacio. Ambas deben estar presentes en un espacio sin necesidad de hacerse evidentes. Un museo ideal sería un espacio que no se viera. Un espacio capaz de desaparecer visualmente dejando sentir, únicamente, su presencia material, su peso y su seguridad como edificio". Peter Zumthor, que diseñará el pabellón suizo para la Exposición Universal de Hannover, afirma que nunca se ha sentido limitado por el hecho de trabajar con un número reducido de materiales, soluciones y geometrías: "Mi sentimiento es el contrario al del límite. Lo que siento por la arquitectura tiene que ver con la vida y con la pasión que siento por ambas, y la pasión es ilimitada".
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