Nuestra estética
BEGOÑA MEDINADentro del ciclo de Mujeres escritoras, el Instituto Andaluz de la Mujer ha traído a Sevilla a Amelia Valcárcel para que hablara de su libro Ética contra estética. Un tema muy interesante y una conferencia que es un lujo para aquellos a los que nos supone un esfuerzo leer el pensamiento filosófico. Contó la autora que con el título no quiere decir que vivan los feos, sino que la ética y la estética están en tablas, lo que también significa que son equivalentes. Aunque tendamos a creer en el ideal de que ambas vengan a ser lo mismo, sabemos que no es así, sabemos apreciar la diferencia de significado entre justicia, arte, bondad, verdad y belleza. Alguna que otra vez que he oído discusiones sobre este tema, sin saber qué opinar, he sacado a relucir un texto que leí de Fernando Savater en el que sostiene que es peligroso confundir los dos conceptos, entre otras cosas porque uno es rompedor y subversivo mientras que el otro es el recuerdo de lo permanente por debajo de la diversidad. Desde ahora tengo una cita más, lo que no quiere decir que tenga las ideas mucho más claras. Todo esto viene a cuento por eso de que andamos disipados y perdidos con los eventos de nuestra primavera. Al repasar las notas de la conferencia se me ha ocurrido que nuestra confusión -o la que a mí me invade, porque probablemente no es general- se debe a nuestras fiestas. Son tantas, tan celebradas y tan perfectas en su estética que fácilmente las identificamos con cualquier concepto que tenga algún significado de ejemplaridad o excelencia. Además, tienen esa cualidad de permanencia que Savater atribuye a la ética: por debajo de la diversidad de nuestras vidas permanecen siempre igual. Puede cambiar todo lo que nos rodea, las casas, los monumentos, la vegetación, la política o nuestras circunstancias sin que apenas lo notemos ni nos quejemos, pero cualquier alteración de la estética y las normas de nuestras fiestas nos irrita y nos desconcierta. Si el hombre actual se aturde para huir de sí mismo y se dispara hacia el futuro, nosotros, cada primavera, nos aturdimos en la inalterabilidad de nuestras costumbres y tradiciones festivas.
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