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Bla, bla, bla

MANUEL TALENS Valencia es "una ciudad moderna y renovadora" y Eduardo Zaplana "una de las grandes figuras de la nueva generación de españoles que están construyendo esta nueva página de la historia de la madre patria", afirmó en marzo el presidente de Uruguay, Julio María Sanguinetti, de visita aquí para promocionar inversiones. Esta breve exposición de necedades bastaría para calificar al mandatario sudamericano de embaucador o de tonto, y como tonto no creo que sea, optaré por lo primero al convenir que, si ha calificado de "modernidad y renovación" lo que es tráfico de influencias y disneyficación y de "gran figura" a ese arquetipo de realidad virtual que actúa en el palacio/teatro de la Generalitat, se debe a la inercia propagandística del discurso que comparte con otros políticos conservadores actuales. El pensamiento único, con su hipócrita carga de dictadura disfrazada de libertad, necesita del incesante mensaje de bonanza que los portavoces neoliberales -Menem, Aznar o Clinton, por citar sólo a unos pocos- repiten como robots para vender la mercancía de sus patronos, de quienes son simples testaferros. El verdadero gobierno en la sombra (magnates, compañías multinacionales, bancos y fabricantes de armas) utiliza el tinglado parlamentario y los poderes ejecutivos occidentales como vehículo para neutralizar a unas masas cada vez más compuestas de consumidores, no de ciudadanos lúcidos. En eso, ay, ha quedado la democracia. Sin duda Zaplana irá pronto a Montevideo y devolverá el favor mediante el cual Sanguinetti "es una de las grandes figuras de la nueva generación de uruguayos..." y bla, bla, bla, ya que la ley fundamental de la publicidad consiste en insistir sin descanso en eslóganes carentes de sustancia, pero eficaces en grado sumo. ¿Acaso la gente no se compra un coche y se entrampa durante cinco años por el simple hecho de haberlo visto en los anuncios con una apetecible Claudia Schiffer al volante? La Tierra como mercado global y no como lugar donde vivir y ser solidarios necesita de dichos paladines del liberalismo a ultranza y, sobre todo, de enemigos a los que demonizar, pues al igual que el escritor del Génesis se inventó a Lucifer como esponja que absorbiera los insultos, el capitalismo triunfante requiere hoy de canallas fascistas como Hussein o Milosevic (vivos, genocidas y en el poder, no derrocados e inservibles) para hacer olvidar los millones de pobres de solemnidad que pululan libremente por los barrios marginales de Nueva York, Londres o Bogotá y para que la industria armamentista -el gran negocio del siglo- progrese y agote su producción. ¡Inconsciente Solana, ese que un día pasó por progresista! Resulta tragicómico verlo en el papel de la voz de su amo, amparando una política de agresiones militares que sólo busca dejar bien claro quién manda en el planeta, mientras sigue haciendo la vista gorda ante crímenes similares de la derecha pro-occidental, ya sea turca, zaireña o israelí. Terminaré con una última muestra de superchería mediática: resulta que Clinton se siente "orgulloso" por el rescate del piloto del F-117 abatido en Yugoslavia, malabarismo verbal que hace pasar por triunfo el enorme fracaso de un avión supuestamente invencible. Lo dicho: bla, bla, bla.

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