Un hombre especial, diferente y feliz
José María Olazábal rompe moldes dentro del circuito de jugadores de gol
El miércoles pasado, antes de que comenzara el Masters, un periodista se acercó a Sergio Gómez, el volcánico apoderado de José María Olazábal, y le preguntó por simple cortesía, como quien da los buenos días: "¿Qué podemos esperar de Txema esta semana?". Como agredido, Sergio reaccionó con presteza, se echó la mano al bolsillo, sacó un fajo de billetes y respondió: "Te apuesto 10 dólares a que Txema es el primer español en Augusta, y otros 10 a que queda por delante de Duval".Parecía dinero fácil para el periodista. Las últimas actuaciones del jugador vasco no fomentaban precisamente el optimismo. Olazábal había fallado el corte tres semanas antes en el torneo de Málaga, una semana después había tenido una discreta actuación (terminó con +10 a 13 golpes del ganador, David Duval) en el exigente TPC; y en el último torneo de preparación ni siquiera pasó el corte. Las demás huestes españolas, exceptuando al deprimido Ballesteros, llegaban, por su parte, generando un optimismo desmesurado entre sus seguidores. Si bien Miguel Ángel Jiménez ofrecía un perfil más discreto, su victoria en el torneo de Málaga y su buen nivel de juego alimentaron sus buenas expectativas, no tantas, claro, como las que despertó el fenómeno de 19 años, Sergio García, la sensación española. El Niño acaparó todos los titulares los días previos. Fanfarrias y tambores. Sonido de traca. ¿Adónde iba a ir a su lado José María Olazábal, a quien, todos estaban de acuerdo, la desgraciada enfermedad le había dejado convertido en un jugador bueno pero normal?
Aun así, aceptar la apuesta en contra de que Olazábal ganaría a los demás españoles podría tener su grado de peligro, pero lo de Duval era un regalo puro y duro. ¿Cómo podría atreverse a compararse con el hombre de los récords, el jugador más caliente del circuito? Páginas y páginas de números y más números han precedido la subida al escenario de Augusta de David Duval, el niño mimado. Señores, decían los titulares, Duval ha ganado 11 torneos en dos años, cuatro en lo que va de 1999. Señores, añadían, Duval batió el año pasado el récord de ganancias del circuito con 400 millones, y este año en sólo cuatro meses ha ganado ya esa cantidad. Duval, Duval, Duval... Sólo se veía entre tanto vocerío un rival a su altura, Tiger Woods, el jugador con más carisma parido por el circuito en los últimos años, el hombre que mueve a las masas con la misma facilidad con que lanza la bola a más de 300 metros.
¿Y Sergio Gómez se jugaba dinero, aunque fuera poco, a que su Txema iba a quedar por delante de Duval? Olazábal, el silencioso y taciturno. Mal armado para los campos de golf modernos, con su corto golpe de salida, con su cabeza llena de dudas. O eso decían las previas. Dinero fácil. Sin embargo, el periodista no se fía. Ve gato escondido en la desafiante mirada de Sergio Gómez. Ve un brillo especial, un gesto que significa algo que se le escapa.
-Tú me quieres engañar -le dice a Gómez-. ¿Por qué no lo hacemos al revés? Yo apuesto por Txema, y tú por Duval y los otros españoles.
El apoderado de Olazábal, el hombre que va con él a todas partes y le soluciona todos los problemas logísticos, sonríe más todavía. Hecho, serán los 20 dólares que pierda con más alegría. Y si quieres doblar la apuesta, también acepto. No me importaría perder 40 dólares así.
Sergio se lo cuenta a todo el mundo, gesticula, tira de billetera. Es tan feliz como el Olazábal que se ha convertido en inesperado protagonista del Masters.
Tanto optimismo que vive con Olazábal sólo podía significar una cosa: el de Hondarribia (Fuenterrabía) ha vuelto a su ser, pero él nunca se interesará en demostrarlo. "Nunca dirá, como otros, que va a ganar tal cosa y tal otra", explica Gómez. "Aunque lo piense, no se lo dirá a nadie. Es así de especial". Especial, diferente y feliz. No hay molde para él dentro del tópico mundo del golf.
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