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Urdu o hindi

PACO MARISCAL Para añadir pesar al déficit que arrastramos en lenguas extranjeras, a los valencianos de Castellón nos redactan los carteles en urdu o hindi. Quienes tal cosa hacen no carecen de buena o mala intención, porque intentan facilitarnos la comprensión de verdades de hecho. Una verdad de hecho en Castellón es, a guisa de ejemplo, los montones de porquería en determinados espacios públicos como el popular Camí dels Mestrets. Junto al cuartel del desaparecido regimiento Tetuán 14 brillan todos los días la imagen de la basura incívica y de la no menos incívica permisividad de quienes la consienten, los gestores del gobierno municipal de la capital de La Plana. Es la imagen soberbia de un vertedero incontrolado, la postal de un alcázar de suciedad en un cruce de caminos por donde diariamente transitan jóvenes universitarios, labradores y vecinos de urbanizaciones cercanas. Algunos de ellos acuden periódicamente al Ayuntamiento y manifiestan el bochorno que causa el indecente espectáculo que están obligados a contemplar y oler. Y con presteza, los ediles del gobierno municipal del PP colocan un pulcro letrero junto a tanta apestosa belleza plástica, y el letrero reza: "Prohibido depositar basura, enseres, escombros, etcétera, bajo multa de 25.000 pesetas. Existe a su disposición un servicio de recogida gratuita llamando al teléfono 216134". El letrero es una verdad de hecho y aparece con caracteres del alfabeto urdu o hindi, con caracteres metafóricos del doble lenguaje: el de la basura, que no desaparece, y el de la aquiescencia o connivencia de esos mismos munícipes que no mueven un dedo para que el Versalles de la inmundicia desaparezca y el letrero se traduzca al lenguaje de la realidad. Es toda una eficiente política medioambiental y urbana, toda una limpieza y ejemplo de irresponsabilidad de los regidores municipales que olvidan la vigilancia necesaria y desconocen las sanciones que ellos mismos anuncian y no llevan a cabo. Porque aquí casi siempre se miran las urnas de soslayo, y se teme molestar al votante o posible incívico votante que deposita la porquería donde quiere. Necia permisividad con tintes de un falso pseudopopulismo que acaba molestando a la inmensa mayoría de los ciudadanos. Castellón, capital de la tolerancia del PP, con basura e inmundicia tolerada en la vía pública a escasos metros de donde, en verano, aterriza o toma el helicóptero el centrista José María Aznar en su ir y venir a Oropesa. Castellón con un modoso alcalde, todavía más centrista, que teme la vuelta de los socialdemócratas, angustiado por la hipótesis de que se paralice la política del ladrillo y el cemento -que no la política de la basura pública-, tal y como afirmó durante la presentación de su candidatura para una nueva reelección en las urnas. Así que, con toda probabilidad, tendremos en el siglo XXI instalaciones culturales sin igual, obras mil y las vías del ferrocarril enterradas. Y, con toda probabilidad también, el barómetro del bienestar seguirá marcado y condicionado por la suciedad y los carteles redactados en urdu o hindi, por el doble lenguaje de los neocentristas.

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