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Desenfocados

JULIO SEOANE Woody Allen diría que los políticos valencianos andan un poco desenfocados. Unos más que otros, por supuesto. Pero es un error pensar que todo se limita a una crisis del PSPV, que unos dimiten, otros viven momentos dulces y algunos se aprovechan de la dulce crisis de la dimisión. Es posible que Woody Allen no lo sepa, pero cuando un actor anda desenfocado es que los demás están por un estilo. Romero dimite, Alborch no quiere y Asunción se arriesga, pero Zaplana no está al margen porque en las campañas personalistas funciona fatalmente la imagen en espejo. El fondo musical es a gusto del consumidor, pero no se percibe lo mismo a Zaplana frente a Romero, que reflejado en Alborch o enfrentado con Asunción. La crisis es del PSPV y, sin embargo, los efectos desenfocan a todo el personal. Las habilidades y destrezas de los líderes políticos son una cosa, pero otra muy distinta es lo que representa cada uno. Romero habrá cometido todos los errores del mundo, pero representaba la búsqueda de la confianza pública en temas renovadores actuales; si no lo consiguió es que no llegó todavía el momento, al menos para la opinión pública en general. Asunción es la voluntad de ganar, el impulso, la energía y la seguridad; y además tiene apoyos, algunos todavía por explicar. Es su momento, la hora del realismo de aquí y de muchos otros sitios. Ródenas representaba la claridad y racionalidad de la izquierda; de momento silencio, pero sin olvidar que hay un tiempo para cada cosa. Zaplana tiene todas las ventajas, o casi todas, pero de nuevo tiene que conseguir un enfoque adecuado frente a las exigencias de su imagen en espejo. O ganar sin más, pero desenfocado. Y luego está Valencia. Me refiero al verdadero sentido de la experiencia socialista valenciana. En Madrid se debate sobre la política bicéfala, las ventajas y desventajas de un secretario general más un candidato. En Valencia hubo un secretario general que también era el candidato. Ahora ya no tenemos secretario general, pero tenemos candidato. Esperemos que no se produzcan el resto de las combinaciones posibles. Y no se producirán porque Juana Serna siempre fue perspicaz para las situaciones sociales e inteligente para las metas políticas. Pero, sin duda, Valencia está siendo observada por el futuro que puedan tener sus enfoques y sus desenfoques políticos. Nos queda, por último, la opinión pública valenciana, temida y respetada por nuestros líderes, aunque nunca muy valorada. Una campaña adecuada, carteles y vallas espectaculares y un par de meses, parecen suficientes para conquistarla; y diez minutos para olvidarla, como el viejo y anticuado Tenorio. Por supuesto, se equivocan; la opinión pública colectiva sabe bastante más de lo que dice en las encuestas y sondeos. No le preocupa excesivamente la política, pero utiliza atajos muy adecuados cuando necesita decidir. Y acierta bastante en conjunto, aunque individualmente exagere y varíe mucho. Nuevos candidatos, viejos elegidos y pensamiento colectivo configuran una situación compleja ante la política, la cultura y la sociedad valenciana. Pero a fin de cuentas, como dijo el poeta, dependemos de las criaturas que hicimos. Lo que no dijo el poeta es que muchas de esas criaturas andan un poco desenfocadas.

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